Una joven reemplaza su vida en Ciudad Zuzu por una nueva en Pueblo Pelícano, gracias a una de las últimas reliquias que le dejo su abuelo antes de fallecer. Ella no tenía nada previsto en su mente cuando fue, pero sin planearlo encuentra la perla en...
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-𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐮𝐧 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞́𝐬-
Era el final de la madrugada y me encontraba hecha polvo mirando por la ventana, los maravillosos paisajes verdes aparecían ante mis ojos mediante me acercaba a Pueblo Pelícano, estos me dejaban anonadada. Sin embargo, el cansancio general no me dejaba expresarlo.
—¡Hey muchacha! ¡Coge tus maletas que estamos a punto de llegar a tu destino! —gritó la conductora del autobús.
—¡Gracias! —tartamudeé apresurada cogí mi maleta y mochila para estar preparada y no salir del autobús con prisas.
El autobús frenó haciendo que casi me cayese, pero conseguí mantener el equilibrio como pude, las puertas se abrieron dejándome ver una pelirroja con una amplia sonrisa en su rostro.
—¡Hola! Debes de ser _____ —dijo animada.
—Encantada —dije lo más amable posible. Bajé del autobús por completo.
—¡Igualmente! Yo soy Robin la carpintera local. El alcalde Lewis me ha pedido que os enseñe el camino a vuestro nuevo hogar. Te espera allí, arreglando todo para vuestra llegada —empezó a guiarme —. Esta es la granja de tu abuelo.
Al echarle un vistazo por encima me espante de inmediato, los hierbajos, grandes árboles, pedruscos y ramas gobernaban la explanada.
—¿Qué ocurre? —preguntó Robin. Algo temerosa señalé el terreno—. Es verdad, está un poco descuidada. ¡Pero hay tierra de calidad bajo este caos! Con un poco de dedicación lo habréis despejado todo en un abrir y cerrar de ojos.
—Claro, con un poco de dedicación... Poco... —Robin con empatía me dio unos varoniles golpes en el hombro.
—Ya verás como al final te acostumbraras a tu nuevo comienzo —me regaló una sonrisa.
Caminamos unos pasos más para estar delante de la cabaña norte de la parcela —Aquí está vuestro nuevo hogar —dijo Robin para que luego saliese una persona de edad algo avanzada.
—¡Hombre, la nueva incorporación del pueblo! —alzó la voz alegre.
—Sí, gracias —las comisuras de mis labios se elevaron una miaja.
No sabía con totalidad porque agradecí, pero tampoco había una razón convincente para no hacerlo.
—¡Te doy la bienvenida! Soy Lewis, el alcalde de Pueblo Pelícano —dijo el alcalde.
—¡Oh! Usted es el hombre del cual el abuelo me habló repetidas veces en mi niñez. Me pide que le dé saludos de su parte —una sonrisa melancólica se posó en el rostro de Lewis.
—Sabes, todo el mundo preguntaba por ti, no todos los días se muda alguien aquí. ¡Es todo un acontecimiento! —me puso nerviosa sus palabras. Espero que los habitantes del pueblo no tuviesen grandes expectativas en mí, sino yo saldré mal parada y ellos decepcionados.
