Capítulo Tres

330 24 8
                                    

Un fin de semana en Avonlea

En Queens, se podía respirar un aire electrizante, lleno de incertidumbre y excitación, puesto que todos los alumnos hablaban sobre la beca Avery y sus posibles candidatos a ganarla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En Queens, se podía respirar un aire electrizante, lleno de incertidumbre y excitación, puesto que todos los alumnos hablaban sobre la beca Avery y sus posibles candidatos a ganarla. Entre ellos, una chispeante mirada verdosa observaba llena de esperanzas el anuncio que habían colocado en la entrada de la academia, en donde con impresa caligrafía explicaba todo aquello que el estudiante obtendría de ser uno de los elegidos: doscientos cincuenta dólares al año, por cuatro años, en el colegio Redmond. Ya podía saborear aquella dulce victoria, y se visualizaba aceptando la beca y siendo el orgullo de Avonlea, Tejas Verdes y sus queridísimos Matthew y Marilla. No solamente eso la extasiaba y la mantenía llena de energía, también sentía que aquello era una gran oportunidad para cumplir sus metas y lo que quería lograr en su vida. Estudiar filosofía y letras en Redmond era la llave a múltiples puertas maravillosas, con escenarios y finales increíbles, todos dignos de personajes luchadores y aventureros, como las heroínas de sus más preciados libros y de su extensa imaginación.

Fue por ello que se propuso en ser la mejor de su clase a cómo diera lugar. Todos en Queens estudiaban día sí y día también, pero Anne, gracias a su ambición, no paraba ni siquiera un segundo, y cuando no estudiaba, pensaba en la forma de mejorar su técnica para aprender a una mayor velocidad.

Toda esa energía y optimismo le permitió escribir una extensa carta de casi cuatro hojas, en donde relataba todos y cada uno de los detalles a Gilbert, con la misma emoción que ella sentía. Al terminar de escribirla suspiró y sonrió, y con sus dedos entumecidos se preparó para llevarla al correo, en donde después de una semana, una respuesta llegó a su puerta. Las palabras de Gilbert no hicieron más que alentarla, y tenerla completamente enamorada como nunca imaginó estarlo.

El fin de semana había llegado, y Anne ya tenía preparado todo lo necesario para pasar dos días en Tejas Verdes. Luego de terminar su ultima clase, se despidió de sus compañeros y caminó con tranquilidad hacia la cafetería de Charlottetown, en donde junto a Ruby disfrutó de un poco de té y galletas, antes de tomar el tren hasta Avonlea. Sabía que Marilla le tendría preparado su té de media tarde, pero con Ruby había prometido pasar y charlar un rato, debido a que no habían tenido tiempo para hacerlo. Al regresar a su habitación para buscar a Diana, Anne se sorprendió de verla allí, arropada de pies a cabeza en su cama. No fue sino segundos después que se asustó al escucharla llorar, por lo que rápidamente se acercó en busca de algún malestar en ella.

—¿Diana? ¿Te encuentras bien?

—Oh, Anne... Soy la peor persona que pueda existir...

—Diana Barry, puedes afirmar que el cielo de repente se volvió verde y te creeré, pero eso que acabas de decir, no. —Anne suspiró un poco aliviada al verla sonreír entre lágrimas, y acariciando sus bucles castaños la miró, en espera de una respuesta.

—Pero luego de escucharme, cambiarás tu percepción de mí —dijo Diana y Anne le negó, permitiéndole el tiempo suficiente para explicarse—. Luego de terminar la clase de hoy, me encontré con Logan Amell en los pasillos y charlamos. Hablamos educadamente como compañeros de estudio, pero cuando lo vi reír y mirarme de una forma diferente... Oh Dios, Anne, estaba coqueteando con él.

Más que mi Anne | Anne y Gilbert ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora