Capítulo Cuatro

313 25 10
                                    

Almas gemelas

Cielo azul, árboles gigantes de todos los colores, tierra húmeda y fresca

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cielo azul, árboles gigantes de todos los colores, tierra húmeda y fresca. Amaba aquel bosque que reclamó como suyo desde el primer día que lo recorrió. Podía correr y ser libre, como un salvaje y dulce zorro de pelaje naranja. Caminó a pasos danzarines, meciéndose de aquí para allá mientras detallaba cada hoja, cada insecto y riachuelo que llenaba su corazón de amor. Amor por la naturaleza.

A lo lejos pudo ver la espesa melena caoba de su mejor amiga, y sonriendo fue hacia ella, ambas encontrándose con un sitio que sin duda, era el más sagrado de todo el bosque. Su viejo club de lectura. Y aunque aún seguía destruido, para sus ojos todavía era hermoso, y todas las cosas que antes pertenecieron a ellos yacían placidamente como una hermosa pintura. Las esculturas de Cole, hojas llenas de historias fantásticas, tesoros. Todo aquello, aunque con nostalgia, seguía siendo alegría para sus vidas adultas.

Anne lanzó un suspiro, y mirando a Diana con los brazos en jarra, alzó una ceja en su dirección.

-¿Una carrera por el bosque? Quien llega primero al lago de aguas refulgentes, gana.

-Por Dios, Anne, somos damas educadas y las damas no... ¡Espero y puedas alcanzarme! -se interrumpió a mitad de frase, echando a correr con demasiada velocidad para una dama, como solían decir. Anne jadeó en sorpresa, apresurando su paso cuando la vio a unos metros.

-¡Eso es trampa, Diana Barry!

En todo el bosque solo se escuchaban sus carcajadas. Sin duda, si la madre de Diana y Marilla las vieran en ese momento, ni se imaginan cómo podrían reaccionar. Un desmayo por parte de ambas era lo más probable.

Ambas lograron vislumbrar el lago luego de unos minutos, y llegaron cansadas y jadeantes, en dónde Diana celebraba con una sonrisa triunfal su victoria. Anne iba a reprocharle su atrevimiento cuando, el sonido de una carreta interrumpió su juego. Cómo pudieron acomodaron sus vestidos y cabellos sin saber quién era la persona que iba en ella, y cuando voltearon, se sorprendieron al verlo. Billy Andrews las miraba con curiosidad, y hasta se podría decir que un poco de asombro e incomodidad.

Diana avanzó un paso para saludarlo educadamente, pero este continuó sin más, ignorándolas por completo.

-¿Qué le sucedió? -refunfuñó Diana, cruzándose de brazos viendo la carreta alejarse.

-Es Billy Andrews, Diana. No puedes esperar nada mejor de él.

Anne se había prometido a sí misma olvidar rencores del pasado, ya lo había aplicado con Josie Pye, pero cuando se trataba de aquel joven, ningún pensamiento diplomático aplicaba. Podría decir que lo odiaba, pero aquello era un sentimiento, y no quería sentir nada por él.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Más que mi Anne | Anne y Gilbert ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora