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Después de una confesión en medio de la avenida, de la cual no me sentía para nada avergonzada, pasaron un par de días en los que podía decir que era realmente feliz.

Dormir entre los brazos de Yuji era, especialmente, mi cosa favorita. Despertar entre ellos también me provocaba despertar con el pie derecho todos los días, tanto que comenzaba a ser extraño para los senpais.

Claro que Megumi y Nobara se enteraron muy rápido de nuestra relación, en parte porque vieron la escena que montamos en la avenida, cuando le confesé a Yuji lo que sentía por él y, además, lo besé tan apasionadamente que provoqué asco, según las palabras de Nobara.

Pero por supuesto que nada era perfecto en la vida de un hechicero.

Estaba segura de que la relación entre nosotros no iba a ser bien recibida por ninguno de los altos mandos de la hechicería. Bastaba con tener la certeza de que querían muerto a Yuji desde un principio y el hecho de que yo fuera la hermana menor de Satoru..., el hechicero que más problemas les daba.

Así que, por esa pequeña razón, tuvimos que mantenerlo en secreto de la escuela.

Además, recientemente había tenido una conversación con el director Yaga que no me había dejado un buen sabor de boca.

Esta se trató del reciente acontecimiento con las Maldiciones de nivel especial que encontramos. Más precisamente de los detalles que terminé ocultando en dicho reporte.

Resultaba que todos habían sentido esa fuerte energía que provenía del bosque y, aunque sabía que algo tenía que ver el dedo de Sukuna que perdí en esa batalla, también estaba segura de que mi casi muerte por la enorme cantidad de energía maldita que recorrió mi cuerpo tenía mucho que ver.

Pero era algo que había ocultado de todos hasta el momento, como mi extraña alucinación con Suguru que, hasta el momento, me tenía con una ansiedad en el pecho que no lograba calmarse del todo.

Sin embargo, había sabido ignorar el sentimiento hasta que escuché que mi hermano había regresado a la escuela y, además, quería hablar conmigo.

—¿Cuánto tiempo crees que puedes evitarlo? —inquirió Yuji a mi lado.

—No mucho tiempo —respondió Megumi por mí—. Es nuestro profesor, tarde o temprano debemos encontrarnos con él.

Solté un gruñido, hundiendo mi rostro en la almohada de Megumi para intentar dejar de respirar de una vez por todas. Últimamente me sorprendía mucho la cantidad de tiempo que podía aguantar la respiración, tal vez los ejercicios de mi casi muerte me había ayudado al menos a algo.

—¿De verdad no piensas ir? —inquirió Megumi—. Creí que ya habíamos hablado de esto.

Alejé mi cabeza de la almohada y solté un profundo suspiro.

—Sí, y de verdad pienso ir a escucharlo, pero... —murmuré entre sientes—. Es solo que..., siento una opresión en el pecho cada vez que pienso en verlo.

—¿Algo como culpa? —preguntó Megumi.

Apreté mis labios mientras dirigía a él mis ojos. Pronto apareció una mueca en mi rostro y dejé caer mi cabeza en la almohada de nuevo.

No tenía por qué sentir culpa por algo, era él el que debía sentirla al no atreverse a decirme esas palabras en la cara; aún así, cuando recordaba la estúpida y lamentable expresión en su rostro, yo...

—Sí, culpa, eso es lo que siento —admití después de un par de segundos.

Aparté mi rostro de la almohada solo para ver cómo ese par se dirigían una mirada, haciéndome sentir más miserable en este momento.

Hacia la cima [ 1 ] | Yuji Itadori |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora