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Mi cuerpo se movió solo cuando me percaté de que la Maldición volvía a dirigirse en mi dirección y salté contra ella logrando abrir una herida en su espalda.

Pero, muy pronto, esa herida desapareció.

Contuve la respiración al ver que la Maldición se daba la vuelta en mi dirección y, con lo que parecía una sonrisa en su distorsionado rostro, volvía a embestirme.

Esta vez no fui capaz de evadir el golpe, el cual volvió a enviarme contra un árbol a unos metros del lugar.

Ni siquiera me dio tiempo de reaccionar cuando se movió rápidamente en mi dirección, aunque fui capaz de levantar mi espada por reflejo y evitar un golpe más fuerte.

Me levanté del suelo pateando con fuerza a la Maldición para darme un poco de espacio. Solo un segundo fue suficiente para que pudiera pararme de nuevo y ser capaz de dirigirme a ella e infringir otra herida.

Herida que volvió a sanar casi enseguida.

Me di cuenta muy pronto que esto no funcionaría.

La Maldición era fuerte y rápida, curaba las heridas en instantes y no dejaba de atacarme con su cuerpo. Ni siquiera usaba la energía maldita que sentía emanar de ella, como si... se estuviera burlando de mí.

Después de un golpe que apenas pude esquivar, el cual me dejó de rodillas en el suelo, escuché lo que parecía ser una risa desde sus entrañas.

La Maldición ni siquiera tenía una forma sólida, pero podía ver lo que parecían ser rastros humanoides como sus cuatro brazos y lo que parecía ser un rostro mal formado.

Volví a ponerme de pie, apretando con fuerza el mango de mi espada y sintiendo el característico sentimiento de mi fuerza siendo potenciada.

Corrí en dirección a la Maldición y, esta vez, no le di demasiado tiempo para reaccionar dando múltiples golpes a la vez, mientras ella intentaba detenerlos y devolverlos.

Uno de sus cuatro brazos grandes se dirigió de nuevo en mi dirección, provocando que diera un salto hacia atrás para esquivarlo.

Lo veía de nuevo, nada funcionaba realmente.

Ni yo ni potenciar mi energía con la ayuda de mi espada. Era como una estúpida cucaracha indefensa frente a esta Maldición.

Si Satoru estuviera aquí...

Un golpe interrumpió mis pensamientos y, muy pronto, me encontraba de nuevo contra un árbol. Esta vez, sin nada de aire en mis pulmones y mi espada a varias metros de mí.

Estúpida, ¿por qué pensaba en Satoru en este momento?

No quería, lo había evitado por tanto tiempo. No quería compararme con él de nuevo, quería dejar de pensar en lo que todos solían decirme, recordarme las palabras que Yuji había dicho esa noche.

Sin embargo, mientras abría mis ojos y veía a la Maldición acercarse con la vista nublada, solo fui capaz de pensar en las palabras de Satoru en ese día que tanto quería olvidar.

Después de todo... ¿él tenía razón? ¿Solo era una niña tonta que tenía ideales estúpidos en su cabeza?

Mientras miraba cómo la Maldición se acercaba a mí, más resonaban sus palabras en mi cabeza, más me convencía a mí misma de que eran ciertas.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. No por el dolor que resonaba en mi cabeza y mucho menos por pensar en que podría morir en unos segundos, sino porque... me estaba dando por vencida.

¿Por vencida? Por favor, era Inori Gojo, hermana menor del hechicero más poderoso y la persona que pensaba en arrebatarle ese título.

Era la mujer que iba a demostrarle a su tonto hermano mayor que estaba equivocado y hacer que se pusiera de rodillas para pedirme perdón por las palabras que salieron de su boca.

Hacia la cima [ 1 ] | Yuji Itadori |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora