Sus padres habían creído que sería una maravillosa idea que sus hijos se casaran desde la primera sonrisa que se dedicaron, pero con lo que no contaron era en la difícil tarea que sería unirlos.
TaeHyung odiaba a JungKook.
JungKook odiaba a TaeHyu...
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—¿Cuál es su temperatura? —preguntó el preocupado hombre acariciando los cabellos de un dormido castaño, mismo que soltaba ligeros ronroneos ocultándose bajo las sábanas por el frío.
—Tiene 39'7°, Majestad. —comentó el hombre mirando con pena al pobre príncipe—He llamado a un doctor y ya está en camino rápidamente para revisarlo.
—Mi pobre niño. —susurró acomodando los mechones de TaeHyung, quién temblaba bajo su toque—Traigan un pañuelo húmedo y colóquenselo de inmediato, podría empeorar en cualquier momento. —el hombre asintió antes de retirarse dejando al Rey DongYoung solo, quién se acercó dejando un beso en la frente del menor que se removió ligeramente
—Majestad. —el castaño volteó su mirada, encontrándose a una de las mucamas—La Reina SoYeon y el Príncipe JungKook están aquí.
—¿Enserio? Aún no ha terminado el mes, se supone que vendrían el que viene.
—La Reina SoYeon se notaba preocupada en cuanto llegó, debe ser por el Príncipe TaeHyung.
—Ahora mismo bajo, gracias. —la mujer asintió antes de retirarse
El Rey DongYoung observó al castaño, acomodando las almohadas a su lado para evitar que cayera debido a lo delirante que estaba. De sus labios habían escapado balbuceos desde el amanecer y se removía de vez en cuando de manera inconsciente, no quería arriesgarse a que se lastimara.
—Ya vuelvo, mi niño. —susurró dejando una última caricia sobre la sábana que cubría su pequeño cuerpo antes de retirarse de la habitación caminando cuesta abajo
Mientras bajaba notó la presencia de dos personas en el gran salón, siendo una de éstas quién regañaba al más bajo cosa que lo hizo sonreír.
—SoYeon, ¿qué hacen aquí? Se supone que vendrían el mes que viene.
—¿Esperabas que me quedará de brazos cruzados después de saber que TaeHyung ha empeorado? —preguntó con los brazos cruzados—Él es casi como mi segundo hijo; me preocupa. —comentó acercándose al hombre para estrecharlo en sus brazos—¿Cómo se encuentra?
—Su temperatura ha aumentado. —suspiró entristecido una vez se separaron—Un doctor ya viene en camino para revisarlo.
—Espero que se recomponga pronto. —comentó antes de acercarse al azabache, cuya mirada estaba perdida en algún punto del suelo
Podría negarlo muchas veces, pero estaba igual de preocupado que su madre.
Sin embargo, su orgullo le exigía mantenerse indiferente a sus emociones.
