Capítulo 1

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Beyla 

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Beyla 

Mis pulmones ardían por aire, a mi alrededor todo era oscuro y sofocante, no entendí que me estaba ahogando en las caudalosas aguas del río negro hasta que fui impulsada por una fuerza mayor a la superficie. No tuve tiempo de asimilarlo cuando mi caballo reanudo su carrera entre los peligrosos caminos del bosque. 

El ladrido del perro entre mis brazos fue lo que me pudo devolver a la realidad: Yo estaba siendo perseguida por los soldados de Iggdrasil y caí al río, probablemente fuimos arrastrados varios metros porque ya no escuchaba los cascos furiosos de la armada real tras de mí. 

Tome las riendas para frenar a Aaron y evitar que siguiera corriendo sin rumbo. En cuando freno, Laslo saltó de mis brazos para derrumbarse en la hierba. Yo no tuve la misma suerte, en cuanto la fuerza de mis piernas flaqueo me derrumbe sobre mi costado en un golpe seco que se llevó mis últimas fuerzas. Respiré profundamente para intentar reponerme, pero tras cada bocanada sentí que volvía a ahogarme, el nudo en mi garganta parecía hacerse inmenso tras cada segundo al mismo tiempo que los recuerdos de las últimas horas de mi vida pasaban frente a mis ojos. Grite de dolor para poder liberarme del profundo dolor que significo dejar a mi abuelo atrás para poder escapar, las lágrimas bajaron de mis ojos terminándome de empapar y no me importo hacer ruido con tal de liberar un poco de la angustia que me oprimía el pecho. 

Solo pude parar cuando sentí el hocico de Aaron sobando mi pierna en un gesto de consolación, Laslo había recuperado las fuerzas para acercarse a lamer mi mano. Me reincorporé para sostenerlos con fuerza, ellos eran lo único que me quedaba, y no podía rendirme. 

Me limpié las lágrimas de la cara, apenas recuperé la compostura me di cuenta de lo tarde que era, el sol estaba por desaparecer en el horizonte y este bosque era famoso por las bestias salvajes que salían a cazar en la noche, tenía que darme prisa y hallar un lugar seguro. Como pude me puse de pie, tomé las riendas de Aaron y dejé que Laslo fuera quien nos guiará, con sus grandes sentidos era mucho más apto que yo para sobrevivir en este ambiente hostil.

Afortunadamente encontramos una cueva no muy lejos de ahí. No tardamos en acurrucarnos contra una de las paredes. Intente encender una fogata con algunas ramas, pero estaban demasiado húmedas para usarlas. Así que solo me quedo aferrarme al pelaje húmedo de mis compañeros animales rogando porque no fuera una noche fría. 

Mi nombre era Beyla Westberg, la nieta del duque Westberg, el héroe que había servido como espada a la familia imperial de Iggdrasil durante mucho tiempo. Lamentablemente yo no me parecía nada a mi abuelo, él era tan noble y fuerte, y yo solo un bicho raro del que el resto de las señoritas se burlaban, muchos nobles se asustaban por mis penetrantes orbes grises con los que observaba detenidamente cualquier cosa que me causara curiosidad, era directa y simple, características desagradables para mi círculo social. 

Con mi madre muerta, mi padre y hermano mayor en el campo de batalla, mi abuelo me crio con demasiada libertad, él siempre me apoyaba en mis ideas locas y cumplía cualquiera de mis caprichos. Lo demás no me importaba, mientras pudiera permanecer con mi abuelo, yo no necesitaba nada más. 

Cenizas de Dragón, HerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora