Capítulo 23

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Lía

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Lía

Cuando me di cuenta de lo que acababa de hacer rápidamente recompuse mi máscara de emociones, esperando que Beyla no allá notado lo que me provocaba al estar cerca.

-¿Has terminado?- fingí que nada había pasado, de esa forma era más fácil ignorar el brillo en sus ojos plata.

-Si, muchas gracias por la comida y el baño- agradeció Beyla poniéndose de pie-. Ahora debería volver con el señor Abraxas y el señor Cyras- me fijé en el leve temblor de sus piernas, la habitación era cálida, pero sus pies seguían descalzos.

-Espera un momento, deja que me cambie y te acompañaré- interrumpí dirigiéndome al armario para buscar algo que ponerme y de paso darle unos zapatos más cómodos a Beyla, las botas que siempre usaba ya estaban muy gastadas y llenas de barro.

Le pasé unos botines que mi madre me había regalado y no usaba, para mí tomé lo primero que encontré, al estar por desvestirme, lo pensé mejor y opte por cambiarme en el baño. No quería que Beyla viera todas las cicatrices que había en mi cuerpo, no soportaría que ella me mirará con lástima o repulsión.

No era alguien que se preocupará por su aspecto físico, odiaba las banalidades frías que imponía los estándares de belleza, sin embargo, estaba consciente de que el encanto que alguna vez tuve como Valkiria se había ido, y solo quedaban cicatrices de odio, nadie podría encontrar atractivo un lienzo así de manchado. Rápidamente me colocqué los pantalones y la camisa para evitar seguir pensando en tonterías y terminar de arruinar mi humor.

Al salir la imagen inocente de Beyla hurgando todo con una inocente curiosidad me permitió terminar de calmarme, no quería que mis malos hábitos la volvieran a herir.

-Listo, vámonos- sin perder tiempo apagué la chimenea arrojando los restos del agua al fuego y me dispuso a salir.

-Espera Lía, ¿vas a salir así? Hace mucho frío afuera- me detuvo la castaña tomándome suavemente por el antebrazo, su delicada figura me recordó lo descuidada que estaba siendo.

Estaba acostumbrada a ambientes más agresivos, el clima de Edevane era un paraíso en comparación a lo que se enfrentaba en cada una de mis misiones, pero Beyla era diferente, ella tenía un cuerpo más blando y cálido. Y no quería que se enfermará.

-Claro, un momento- suavemente me deslice del agarre de la castaña para ir por un chal del armario y lo coloque sobre los delgados hombros de Beyla, mi madre siempre se encargaba de regalarme todo tipo de prendas hermosas y femeninas que nunca usaba por lo poco prácticas que eran, al menos ahora podían tener un propósito adecuado.

-¿Y tú?- preguntó la de ojos grises cuando no hice ningún esfuerzo por cubrirme más.

-Estoy bien- respondí encogiéndome de hombros, para que no me siguiera regañando la tome por la mano emprendiendo el camino de regreso al taller de Abraxas.

Cenizas de Dragón, HerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora