Capítulo 11

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Beyla

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Beyla

-Valkiria era muy encantadora cuando era niña, siempre se comportaba tranquila y era amable con todos- mi voz era apenas un susurro en esa tierra desierta, Lía dormía tranquilamente sobre mis piernas mientras Lant atizaba el fuego escuchando atentamente cada palabra, aunque para ser sincera no estaba segura si le hablaba a él o era un consuelo para mí-. Me pegaba a ella cada vez que visitaba el palacio junto al abuelo, ella siempre me escuchaba, incluso si solo eran tonterías se mantenía atenta y me daba su opinión- Lant colocó su capa sobre mí para que no resintiera el frío de la tormenta, extendí la tela para que cubriera a Lía-. Valkiria empezó a contarme sus problemas hasta que teníamos 10 años, ¿puedes creerlo? Aguantó 5 años para confesarle a alguien su dolor, que sola debió haber estado- me lamente desatando mi llanto una vez más, el pecho se me comprimía con cada recuerdo-. Pero no lloraba y su voz le salía tan natural, como si hablará del clima, me hacía prometer que jamás diría nada y volvía a sonreír como si nada-.

No pude soportarlo más, ya que Valkiria no podía hacerlo, lloraría todo su dolor, cada lágrima que se reprimió, la sacaría, sollozaría hasta que mis ojos se secaran y mi garganta se desgarrará.

Lant se limitó a sentarse a mi lado, acariciando de vez en cuando mi espalda, y agradecía que dejará desahogarme sin decir nada, de lo contrario estaría muy avergonzada.

-Lant, ¿ella hace lo mismo ahora? - le pregunte cuando las lágrimas por fin se agotaron, me sentía cansada y frágil.

-Supongo que ha mejorado... es la primera vez que se queda hasta el final- respondió inclinándose para apartar el pelo oscuro del rostro de Lía, sus dedos sin querer fueron a la cicatriz que le cruzaba el rostro, deseaba preguntarle más, pero al ver su expresión lúgubre decidí que lo mejor era dejarlo así.

Por esta noche había sido suficiente dolor.

...

Lía

Al amanecer la tormenta había parado y las llamas de la hoguera se habían consumido. Beyla y Lamont dormían profundamente, afortunadamente fui la primera en despertar. Estaba demasiado avergonzada para poder mirarlos, así que me adelante, dejando atrás solo una nota con las instrucciones que tenía para ambos.

Había perfeccionado el arte del sigilo por lo que nadie, humano o animal, se percató de mi partida.

Afuera todo estaba húmedo y frío, el suelo se había convertido en un pantano lleno de charcos y lodo que mancho mis botas, estaba ansiosa por llegar a casa y tomar un baño caliente durante todo el día. Estaba harta de toda esta mierda emocional a la que Beyla me orillaba con cada una de sus estúpidas miradas.

Por hábito me coloqué la capucha y comencé a correr, mi cuerpo era tan ágil que esquivaba con facilidad cualquier obstáculo y mis sentidos tan agudos que nada podía sorprenderme, estas habilidades eran el resultado del duro entrenamiento al que me había sometido para refinar el aura y el maná desde que era una niña.

Cenizas de Dragón, HerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora