『ˡᵃˢ ᶜᵉʳᵉᶻᵃˢ ᵈᵉˡ ᵖᵃˢᵗᵉˡ』

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Dicen que cuando cumples 18 años un demonio a amante de los postres llega a tu casa, vestido como un chef y alegre como un niño travieso en su manos un hermoso pastel de chocolate con tres cerezas en el centro y envuelto en un caja hace realidad los deseos de aquello jóvenes berrinchudos.

Y Kihyun conocía perfectamente esa historia, omitiendo entre todos esos mitos del demonio de cereza aquella parte en la que así como cumplía deseos los cobraba y de la forma más cara.

Hoy era su día, se dijo así mismo estirando su cuerpo en esa costosa cama cubierta con una sábanas de hilo de egipcio, tan caras como todo lo que había en ese enorme hogar.

- ¡Hoy será el mejor dia! - festeja con esa aterciopelada y ronca voz saliendo de la ducha para colocarse un traje de color vino.

En esa ciudad aparte de aquellos rumores de un demonio que hace realidad los deseos más tontos y otros tan abariciosos de las personas, él, Yoo Kihyun negociaria algo que muy seguro estaba de que jamás lo habían pedido.

Cuando comienza a bajar las escaleras ve al mayordomo Chae caminar con ese porte tan elegante hasta la puerta, emocionado por saber quien es baja los escalones de dos en dos.

- Joven Yoo, tiene compañía. ¿Lo dejo pasar? - la educación y el tono de voz tan profesional del mayordomo ahora parecía un chiste, su voz temblaba y era tan baja que no podía creer lo que sus ojos veían.

- Muévete - pronunciaron con la voz ronca y en un chasquido movió al señor Chae quien ahora estaba petrificado, literalmente, a un costado de la puerta y aferrando su mano derecha en la costosa madera.

- Kihyun, querido - dijo saltando la distancia entre ambos y con un pastel en manos.

El cumpleañero lo crítica de pies a cabeza, su tono de piel era tan pálido que creia que delante tenía a un muerto. Sus ojos, ni hablar de ellos: dos hermosos y travieso orbes de rubí lo recorrían con alegría. Un traje de repostero cubría ese cuerpo delgado, fornido y malvado.

- Felices 18 - canturrea ahora estirando el pastel a Kihyun.

El chico tan iluso y lleno de abaricia lo toma ignorando esa sonrisa llena de satisfacción.

-¿Tengo que firmar algo? - dice arrogante y destapando descaradamente el pastel.

Es un mocoso insolente, piensa el demonio fingiendo una sonrisa con sus pulcros dientes.

- Por supuesto que sí, nada es gratis en ningún mundo - miente sin pena alguna. - Dejame sacar el contrato - de sus manos con un nuevo chasquido un documento largo y polvoriento aparece.

Kihyun lo ve con asco, detestaba la suciedad y aquel demonio de nombre Changkyun y amante de las cerezas en los pasteles bien que lo sabía.

- Resume el contrato - el menor ordena.

Los ojos rojos de aquel dominio se encienden como llamas y eso no le importa.

- No se que te molesta, eres mío por este día... Tienes que hacer lo que yo diga - justifica Kihyun viendo como aquel ser sobrenatural sacude el papel.

- Tendré tu alma a fin del día si no pides los tres deseos. - mintió de nuevo.

Cuando en realidad lo que sus manos sostenía era un viejo contrato donde lo humanos estúpidos y desesperados vendían su alma a ese astuto diablo de más de quinientos millones de años por dinero.

- Es solo eso, por dios... - aquellas dos últimas palabras hicieron al demonio retorcerse en sus adentros, no podía evitar el sentimiento de pecado cada que mencionaban a Dios. - déjame firmarlo. Obviamente pediré los tres desos, no soy un estúpido -

Lovely ChangkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora