𝐝𝐢𝐞𝐳

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Mientras puedas, confía en mi.
Gianna Galliard.
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Año 850
Días después del ataque.
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Refrescaba mi rostro con el agua que atrapé entre mis manos, establecidas en un barril abierto. El calor, era un infierno viviente que se apegaba en mi piel. Había desabotonado varios de mis botones, dejando que se viera un poco de mi piel. Empezaba a sentir la frescura del viento ausente en estas pruebas de exámenes tan arduas. Levante mi vista, recogiendo mi cabello entre las manos, amarrándolo en una caída coleta. Realmente, todos estábamos exhaustos. Respiraba normalmente, con los equipos de maniobras tridimensionales establecidos en mis caderas, no portaba la chaqueta de la legión encima. Lleve las manos a mis caderas, visualizaba a varios soldados sentándose en el césped de aquel extenso terreno, tomando aire e intentando de descansar. Quería hacer lo mismo, pero me quede de pie, viendo en aquella mesa a Eren Jaeger sentado. Sus manos estaban envueltas en vendaje, se había lastimado tanto intentando de transformarse, que su regeneración no funcionó. Era cínico de mi parte ver como se esforzaba, porque tenía conocimiento de cómo podía envolverse en su poder, pero por tal razón, estaba aparte y en silencio. Usualmente, me sentía más cómoda si me mantenía en silencio y no decía nada.

La ventisca empezó a sentirse en mi rostro. Él estaba sentando con los demás compañeros, quienes comían. Lo miraba detenidamente, esos ojos demostraban cansancio e impotencia. Tenía que admitir algo que me costaría un sin fin de cosas, no podía dejar de mirarlo, como si me hubiera maldecido desde la primera ves en que visualicé sus ojos conectar con los míos. Maldije, caminando vagamente hasta la mesa donde estaban. No tenía intenciones de sentarme, pero ante ser mi escuadrón de operaciones, quería mantenerme cerca de ellos. Me miraron pasar, el señor Erd no tardó en sonreírme. Conmigo él siempre había sido amable, siempre. Me trataba con respeto y jamás me subestimada, a diferencia del payaso que tenía enfrente, quien amargadamente me miró. Evadí la mirada de Auruo, era imprudente y molesto. Debía admitirlo, pero esto no me costaría nada, no lo soportaba, ni un día más. Suspire, quedándome a distancia de la mesa donde estaban, mientras que miraba hacia al bosque de donde vinimos. Girándome, escuchando varios pasos donde pude ver al capitán Levi acercarse a la mesa donde estaba su escuadrón sentado, a diferencia de mi y Petra, quien se posicionaba a mi lado con una larga sonrisa en su semblante tan genuino.

—Gianna, ¿estás bien?—me preguntó, levemente asentí, privándome de mi habla con ella.

—¿Todavía no se curan las mordidas que te hiciste?—miré detenidamente al capitán, quien de una manera hostil se dirigió a Eren, él denegó, avergonzado mientras acariciaba sus manos.—Si ya no puedes convertirte en un titán, el plan para sellar la muralla María, sería solo un chiste. Así que, esto es una orden, haz algo al respecto.—le pidió con firmeza, para darle la espalda.

—Si, señor.—le respondió Eren con respeto, quien de un momento a otro, me miró.

—Capitán, ¿no cree que está siendo un poco brusco con él?—le preguntó Petra en cuanto Levi llegó a nosotras con un semblante neutral, absorbió de su té negro; la manera de sostener la taza en él, era demasiado extraña e inusual.

—Si.—respondió el capitán, de esa manera neutral.—Si no es así, él no podrá tomar esto en serio. Necesitamos que lo tome en serio.—recalaba el capitán Levi, mirando a Petra.

—Si, pero... él solo es un niño.—murmuro Petra, mirando fijamente al capitán, había brillo en sus ojos, así era siempre que él estaba cerca para ella.

𝐒𝐎𝐔𝐋𝐒 ── 𝐄𝐫𝐞𝐧 𝐉𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora