𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐮𝐧𝐨

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Porque me importa.
Gianna Galliard.
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Año 850
Horas antes y después del encuentro con el titán acorazado y colosal.
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Mis ojos humedecidos miraron los de Reiner en ese instante en que mi espada se incrustó en su mano deteniendo su movida. Él me miraba detenidamente, sus ojos aclamaban la tristeza, pero alguien como él no podía ser capaz de entenderme. Ni siquiera un momento había intentado entenderme, entender el corazón de una joven que sólo anhelaba la venganza por la muerte de su hermano que ahora deseaba sentir paz en su corazón y olvidar la razón por la cual estaba aquí. Dándole frente a él y dándole la espalda a las personas que confiaban en una movida heroica, veía en los ojos de Reiner algo más allá de lo que podía pensar y eran las frías imágenes de como mis hermanos siempre lo vieron por encima del hombro desde que era un niño. Apreté mis labios con la sangre de sus manos escurriéndose por mi espalda, incrusté más la espada, pero había sido tarde para él e incluso para mí de tomar una decisión estable. Porque aún estando aquí en este muro, escondiendo mi cabeza entre las rodillas, me preguntaba si el haberme quedado aquí habría sido lo correcto.

—Gianna.—la voz de Reiner se incrustó en mi mente como un recuerdo de horas anteriores.

—¿Qué te paso en el brazo?—le pregunté curiosa mientras veía a los soldados acomodarse para partir a la muralla.

—Un titán me ha mordido.—musitó, mientras que examine el vendaje, dirigí mi mirada a la camilla que estaba siendo tutelado por la teniente, empecé a jugar con el vendaje de Reiner para disimular.—¿Qué haces?—me preguntó.

—Lo saben.—afirme en un tono bajo, amarrando el vendaje más a fondo, viéndolo gruñir; Reiner se quedó en silencio mirando algún punto.

—¿Y qué harás ahora?—cuestiono, mirándome a los ojos solo dirigí mi mirada hacia una Hange cabizbaja, como si estuviese entristecida.—¿El plan continuara?—pregunto.

—No puedo creer que hayan muerto. Mis compañeros de años...—fue lo que la oí decir, para tragar amargamente en cuanto Reiner noto mi vacía expresión.—Ojalá ese titán hubiera ayudado antes.—musitó, sostenida de su subordinado.

—¿Qué tipo de titán es Ymir, Reiner?—le pregunté, inclinándome ante él para observar sus tobillos, hacía que le examinaba, no respondí su pregunta, pero yacía curiosa y más cuando su rostro se teñía pálido.

—Gianna.—me llamo con un tono de voz sutil, mis ojos le miraron detenidamente y sentí como una bocanada de aire se le escapó por la boca.—Lo recordé cuando se transformó frente a nosotros y es por eso que si nos han descubierto, debo llevármela.—dijo, sin aún esclarecer la razón.—Ella fue quien devoró a Marcel.—dijo.

Abrí mis ojos, observando el campo terrenal. La humedad se estableció en mi camisa manga larga cuando las lágrimas se plasmaban allí. Nadie me veía. Estaba alejada de todos, lo hice desde el momento en que Reiner se llevó a Eren consigo. Era extraño lo que sentía, porque jamás creí sentir impotencia por alguien como él y realmente en este momento, desearía haber tomado una iniciativa diferente a la que tome. Lamí mis labios cuando las lágrimas se deslizaron allí, mi cabello estaba suelto y mis manos tenían enredadas el cordón azulado. No creía lo que me había contado, y la única manera de verlo era yéndome con él, por esa razón no debí contraatacarlo cuando intento llevarse a Eren, pero actué bajo el insólito impulso de un corazón emocional que quería cuidar algo que le importaba. Solloce por lo bajo para así negar. Fue un segundo, un solo segundo donde mi cuerpo cayó plasmado en el césped para ver cómo esas grandes manos retenían el cuerpo de mi hermano hasta masticar sus huesos y ver salpicar su sangre. Morboso para una niña. Una imagen que me quebraba el corazón, una imagen que me cegaba el uso de razón.

𝐒𝐎𝐔𝐋𝐒 ── 𝐄𝐫𝐞𝐧 𝐉𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora