𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐨𝐜𝐡𝐨

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────────────────────────El amanecer de ShingaShina; parte dos

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El amanecer de ShingaShina; parte dos.
Omnisciente.
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Año 850
Día de la restauración al muro María.
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Los escombros de aquella casa aún escondían el cuerpo de Gianna, quien intentaba de inmovilizarse tan pronto salió de su inconsciencia. No lo había visto venir. Aquel ataque de Mikasa fue imprevisto para ella. Maldecía adolorida, sacándose de encima los escombros. A este paso, Reiner debió haber sido derrotado y no era algo que le mortificaba. Los cimientos yacían ensuciando su ropa, al igual que su cabello, estaba repleta de tierra y polvo. Respiro hondo, intentando de mantener la cordura. Aún las detonaciones se oían, incluso en la lejanía, Gianna podía presentir que Reiner debía continuar bajo ataque y no había forma de que ella pudiera impedirlo. Realmente Gianna no estaba en ningún bando, si no en el suyo mismo. Levantó la mirada. Gianna quería una respuesta, porque aún no podía decidir que era lo correcto. Aunque quisiera destruir a la legión para poder volver a su hogar, no tenía el valor de hacerlo. Más aún, Gianna no estaba en negociación para poder decidir, desafortunadamente este era su camino y aunque no fuera tan valiente como antes, Gianna ya había renunciado a ellos.

Ella miró al muro. Encima de ahí yacía el comandante Erwin, aún examinando lo que sucedía en ambas partes. Tanto el interior como el exterior estaba ardiendo en cenizas con ambas batallas, Gianna continuó caminando, aún con la pesadez en su cuerpo deseó acercarse al muro. Si tan solo tenía la oportunidad, la aprovecharía. Gianna estaba resentida, también dolida, pero no era momento de pensar en lo que ella sentía. Gianna era una guerrera, le gustara o no, pertenecía a una nación muy lejos de aquí. Una igual de injusta y cruel, por eso lo entendía. No importa a donde vaya, a quien apoye o destroce, el mundo podría ser igual de cruel en donde sea. Así que no tenía opción, porque aún esto no había terminado y si pensó que el amor la salvaría, fue demasiado ingenua, porque no había manera de que ella y Eren se miraran después de todo lo que había sucedido. Era pena y vergüenza, pero más que eso en ella, Eren sentía repudiado por ella, como también desilusionado. Ella subió al muro, mirando a su ex comandante.

—Comandante Erwin.—la brisa removió su coleta, mientras que ella lo miró detenidamente.

—Gianna.—le llamó él, ambos quedaron de frente, aunque aún estaban en la lejanía.

—Si me escucha, podré decirle mis intenciones y también como derrotarlo.—indicó Gianna, para así señalar con su dedo más allá del muro.—Puedo decirle cómo derrotar el titán bestia.—dijo.

Ahí se quedaron, viéndose el uno al otro. Erwin fue el único ese día en saber las intenciones de Gianna, en oírla detenidamente y entenderla. Encima de los tejados, recibiendo los cimientos de rocas partidas alrededor, el capitán Levi veía como el comandante Erwin caí parado frente a él. Estaban en desventaja, perderían si no se acataban a la petición de Gianna, la única persona que podría salvarlos de este infierno. En la lejanía, hacia donde Gianna se dirigía en busca de Reiner, los demás veían anonadados como Reiner había sido por vencido después de tanto. Sasha y Connie lloraban, era inevitable no sentir esos sentimientos, Reiner también fue su amigo en algún momento y eso era lo que Eren sentía. Al sargento había dado un llamado a otro ataque, mientras que Armin denegaba por la falta de comunicación que hubo, deseaba haberle dado una opción a esos que tenían derecho hablar y fue en ese momento en que el rugido de Reiner hizo un llamado a sus compañeros antes de decaer. Era ese momento donde el titán carreta se removía, se acercaba el mayor enemigo.

𝐒𝐎𝐔𝐋𝐒 ── 𝐄𝐫𝐞𝐧 𝐉𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora