𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

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La llave del sótano.
Eren Jaeger
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Año 850
Días después de la restauración del muro Trost.
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Un momento. Todo se reducía a un solo momento. Poder, energía, impotencia. Sinónimos de mis sentimientos más puros, esos que se aferraban a mi piel. El cansancio me mantenía acostado, no podía mover mi cuerpo, todo se sentía como un largo sueño del que no podía despertar. Las imágenes se fragmentaban. Sujetado en el muro, consagrando mi corazón ante cientos de personas, un comandante y líder ebrio que confió en mi. El sol candente, mis músculos regenerándose en otros músculos. Todo se sentía con adrenalina, como también,  exhausto. Mis ojos parecían ver lo que hice, antes de quedar inconsciente. Por eso mis párpados estaban pesados, porque las imágenes pasaban como recordatorio de un presagio maldito que llevaba en mi interior. Un monstruo, un vil demonio. Pero aún así, tuve la fuerza para aniquilar y aplastar a esos titanes con el inmenso poder que se recreó desde mi alma. Irá, sentía ira. Era más grande que mi impotencia por las imágenes de mi padre que pasaban ante mi. Su llanto era fuerte, sus órdenes firmes. Recuerdo ese día, aunque creyera que había sido un sueño. Lo que no era capaz de recordar, era a donde se había ido Grisha Jaeger luego de ese encuentro conmigo. Una piedra, una que sostenía fuertemente en mis brazos. Esa era la imagen que se acoplaba ante mis ojos junto una abertura del muro sellada. Yo lo había hecho. Les di esperanza.

Una brisa fresca, mi cuerpo tumbado en otros brazos, pero las alas de la libertad se hicieron presentes. Armin me sostenía y yo les veía. Dos soldados, valientes y fuertes, pero lo único que veía era como la ventisca removía su rubio cabello. Me miraba anonadada como si supiera quien era, la conocía desde mis pesadillas, pero ahora era un sueño hecho realidad. Sus ojos eran azulados, profundos que me daban un vistazo a su alma perdida. ¿Quién era? Necesitaba saberlo, necesitaba saber quién era la dueña de mis más profundos sueños donde anhelaba sentirla como lo hacía en ellos. ¿Destino, coincidencia? No sabía cómo llamarlo, pero mi padre de alguna forma sabía quién era ella. La chica de mis sueños. Todo se deterioraba en mi oscuridad, en una inmensa oscuridad que me hizo abrir mis párpados con pesadez para visualizar la poca iluminación de una habitación. Habían barrotes, confundido observe a través de ellos, como esos dos sujetos estaban ahí. Uno sentado, rubio con una mirada honda en sus azulados ojos. Aquel uniforme podía distinguirlo en medio de mi pesadez, como el que portaba el hombre parado a su lado con una mirada turbia en sus grisáceos ojos. Me tense, percatándome de la habitación tan sombría en la que estaba.

—¿Tienes alguna pregunta?—él se dirigió a mi, de una manera firme y neutral, era la primera ves que le escuchaba hablar, era como un sueño.

—Es el líder de la legión de exploración. El comandante, Erwin Smith... —musité, mirándome sentado en esa silla.—Y el capitán Levi.—articule temerario por su mirada, fría y sin importancia.—Eh, ¡disculpen. ¿Podrían decirme en donde estoy?—les pregunté, notando que estaba atado a cadenas, pero no eran las únicas que habían, incluso en la cama, podía ver en el techo, esto era eufórico, me daba sin duda miedo.

—Como puedes ver, te encuentras en un calabozo. Estas bajo la tutela de la policía militar. Con mucho trabajo, nos dieron acceso de hacerte una visita.—me esclarecía, mirándome con detenimiento, hasta que una bocanada de aire se me escapó cuando de su mano sobresalió aquella llave, resplandeciendo en su cuello.

—¡Esa llave es...

—Si, se claramente que te pertenece. Luego te la daré. Dentro de tu sótano, en la casa de tus padres ubicada en ShingaShina, está la respuesta a los titanes. ¿O me equivoco?—me preguntó.

𝐒𝐎𝐔𝐋𝐒 ── 𝐄𝐫𝐞𝐧 𝐉𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora