Prólogo

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Crack

Ese sonido no salía de la mente del pequeño Dick, de 8 años de edad que corría por las sucias y peligrosas calles de Gotham. Estaba envuelto en una manta marrón, otorgada por la policía, que había tratado de consolarle. Pero en cuanto se ausentó un segundo, aprovechó para escapar. Los pantalones verdes brillante no ayudaban a pasar desapercibido, pese a que la manta ayudaba un poco. Los sentimientos se arremolinaban en su pecho haciéndolo sentir un poco aturdido.

Por suerte para el pequeño, encontró un edificio abandonado para resguardarse. Se sentó en un rincón mugriento y se hizo una bolita sobre sí mismo, las silenciosas lágrimas comenzaron a caer al cabo de poco.

-Chico... Chico ¡Chico!- la voz de un hombre le sacó de sus deprimentes pensamientos y le hizo saltar en sus sitio. Levantó la cabeza frenéticamente buscando la fuente de aquellas palabras. Vio a un hombre, bastante alto, con un gorro viejo de lana que supuso que solía ser rojo. Llevaba una chaqueta marrón con unos cuantos parches y unos tejanos que estaban rasgados por todos lados. Las pocas greñas que podían verse saliendo de debajo de su gorro eran blancas como la nieve- Perdona, chico, pero es que no reaccionabas a lo que decía. ¿Estás bien?- aunque ya conocía la respuesta, decidió que tal vez el chiquillo delante suyo necesitaba hablar un poco. Pero él simplemente negó con la cabeza.

-¿Tienes hambre?- intentó de nuevo el hombre, pese a la escasez de dinero aún tenía un trozo de pan que, si bien estaba un poco duro, aún era comestible. El niño volvió a negar pero su cuerpo le traicionó soltando un gruñido de hambre. El señor mayor sonrió suavemente y le tendió el chusco- Está un poco duro pero no tengo nada más.

-Gracias- murmuró el chiquillo devorando el mendrugo.

-Así que sabes hablar, ¿Eh?.- bromeó levemente el señor mayor, ahora que lo pensaba, Dick desconocía su nombre, así que decidió preguntar.

-¿Cómo se llama?

-No hace falta que me trates de usted- afirmó mientras pasaba la mano por el pelo del chico, éste se había pegado a su frente por el calor que producían los focos del trapecio- Me llamo John Doe- el pequeño no entendió que el hombre trataba de ocultar su verdadero nombre.

-Encantado, John- dijo el pequeño sin apartar la vista de su comida.

Poco a poco y pese a que le costó lo suyo, el chico empezó a cogerle confianza y finalmente le dijo su nombre y le hizo prometer que no se reiría. John debía admitirlo, Dick era un ladrón excelente, aunque al principio se había negado rotundamente, tras ver que no tenían qué comer empezó a hacerlo.

Al principio no era muy bueno, el primer día fue un poco desastroso, Dick había salido corriendo sin advertir la presencia de uno de los trabajadores que, enfadado, le perseguía. Afortunadamente para Grayson, lo perdió por el camino después de darse cuenta de su perseguidor. Eventualmente, sin embargo, empezó a pasar más inadvertido, solo sabían que habían robado cuando veían la pequeña figura correteando por ahí. Al final, solo se daban cuenta de que faltaban cosas cuando hacían inventario y veían incongruencias.

Pero la tragedia no se demoró en aparecer de nuevo, el joven Dick, de ahora 10 años de edad estaba trabajando con un ordenador que John, que consideraba un tío, había robado para él el otro día. Realmente no sabía mucho pero él lo intentaba.

-Dick, nos vamos- el chico levantó la cabeza de su trabajo y le dirigió una mirada interrogante- Ya verás, es sorpresa- contestó a la tácita pregunta del pequeño.

Poco después ambos salían del edificio. Callejearon un poco y cuando estaban a punto de llegar a su destino final, un grupo de unas cinco personas les rodearon, entre otras cosas llevaban: Un cuchillo, un bate de béisbol, una palanca y un puño americano.

-Bueno, bueno, bueno- dijo el del centro, que parecía ser el jefe- ¿Así que ya tienes lo prometido?

-Yo... erm... Mike...- trató de empezar el mayor de ambos.

-Tomaré eso como un no- el hombre dijo mientras sacaba del bolsillo interior de su abrigo una beretta mientras apuntaba al mendigo. Y entonces, antes de que nadie pudiera reaccionar, un disparó rompió el silencio. John, su amigo, su tío, cayó al suelo con un ruido sordo- Matad al chico, no quiero testigos- Se dio media vuelta y se alejó guardando de nuevo el arma. "Esa es mi señal para largarme" pensó el niño de 10 años recién cumplidos aguantando las lágrimas y trepó la valla que habían saltado para llegar al lado del que la banda les había atacado.

El chico corrió y se ocultó tras unos botes de basura unas manzanas más allá de dónde habían disparado. Los secuaces del jefe pasaron corriendo por delante suyo y cuando dejó de escuchar sus pesados pasos salió.

-Por poco...- Soltó un suspiro mientras posaba una mano en su pecho. Pero había hablado demasiado pronto. Se agachó justo antes de que la palanca golpeara su cabeza. Por la fuerza del golpe, la barriga del atacante quedó descubierta y el poco experimentado luchador, que solo había recibido un par de clases de defensa personal por parte de John, golpeó sin miramientos dejando sin aire a su atacante. Aprovechando el momento de debilidad agarró la palanca y empezó a golpear la cabeza del individuo, tal vez más de las estrictamente necesarias.

Cuando volvió en sí y se dio cuenta de que tenía una palanca de metal ensangrentada en la mano, la soltó horrorizado, era probable que hubiera matado a ese hombre... Salió corriendo y llegó al lugar donde John seguía tendido con la sangre brotando de su estómago.

-John... No... Tú tampoco...- dijo el joven ejerciendo presión sobre la herida del hombre, provocando un gemido de dolor por la acción. Las lágrimas empezaban a brotar de los preciosos ojos azul cristalino del chico.

-Dick... Amigo... Es tarde...- escupió sangre y tosió un poco ahogándose con ella- Por favor... Cuídate, haz amigos, encuentra trabajo, no...- tosió de nuevo- no te rindas- y así, poco a poco, sus temblorosas respiraciones se fueron ralentizando hasta que cesaron.

-No, no, no, no. Esto no puede estar pasando- se dijo negando con la cabeza mientras abrazaba el cuerpo, ahora sin vida, del que consideró su tío por tanto tiempo, el que, en cierto modo, le dio un hogar, le enseñó a sobrevivir y a robar para ello. Él el único amigo que había tenido desde la tragedia de los Grayson había muerto también.

No solo había muerto su amigo si no que además había asesinado. Si bien había sido en defensa propia, ya que si no moría el atacante fallecería él, seguía produciendo un sentimiento amargo en el cuerpo del joven. Fue cuando se dio cuenta de que le arrestarían si descubrían que había cometido un asesinato, dio gracias internamente por llevar los guantes que le habían regalado.

La noche ya estaba cayendo lo que significaba que llevaba casi todo el día tendido en la calle ensimismado y pensando en lo que había perdido y en lo que se había convertido. Cerró los ojos de John con la mano y se levantó.

-Adiós, amigo- dijo poniendo una mano sobre su corazón cruzando el pecho y haciendo una ligera inclinación en muestra de respeto. Se dio media vuelta y se fue siendo envuelto en el dulce manto de las sombras. Fue en ese momento en el que decidió no encariñarse con nadie nunca más. En ese momento se percató, Dick Grayson había muerto la noche en que sus padres cayeron, ahora solo quedaba Rem.

Rem (Young Justice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora