Capítulo 31: Yo Propongo.

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"Tu prometido"

Esa frase rodeo mi cabeza durante unos minutos, eso no podía ser verdad ¿Mi madre de verdad se había vuelto loca? ¿Qué parte de NO quiero casarme, no ha entendido? ¿Por qué parece ser que le importa muy poco lo que yo sienta? Lo que yo opine, lo que yo desee.

Estreché cordialmente la mano del hombre parado frente a mí, aún incrédula por las ocurrencias de mi madre.

-William André de Hamilton. -Se presentó.

-Daniela Calle. -Respondí.

¿Qué pasaba por la cabeza de mi madre?
¿Era tanto su desespero por casarme que no importaba la edad del hombre al que me prometiera?

Una cosa es clara y que debo admitir, el duque no está para nada mal, el típico principito rubio de piel bronceada y unos preciosos ojos azules con un rostro que aparenta una edad de no más de quince años. El prototipo de hombre por el que cualquier mujer se derretiría, con el que cada princesa soñaría, claramente, no es mi caso.

-¿Buscaste hasta en el jardín de infantes, madre? -Pregunté directamente hacia ella una vez que había alejado mi mano del duque.

Él niño comenzó a reír divertido, sus manos se apoyaban en su abdomen y curveaba su cuerpo a causa de sus carcajadas.

-Tengo dieciocho años, alteza. Ya tengo la mayoría de edad.

-¿Dieciocho años? ¿De verdad, madre?

-Es preferible un hombre de dieciocho años a una plebeya lesbiana. -Susurró de forma en que nadie más de los presentes la escuchara.

-¿Papá sabe de esto? -Indagué sin importar lo que la familia presente pudiera pensar.

-Tu padre se encuentra indispuesto para tomar decisiones sobre lo que es mejor para ti en este momento.

-Mi padre es el único apto para tomar decisiones para mí en este momento, y aun así no lo hará, porque él desea que yo las tome. -Ataqué mirándola directamente a los ojos. -Lamento que mi madre les haya hecho perder su tiempo, pero mi mano no se encuentra disponible para ser prometida a nadie. No deseo ser desposada. Con su permiso. -Me despedí con una reverencia y salí del salón con los sentimientos a flote, unas inmensas ganas de llorar y el corazón más y más partido a causa del comportamiento de mi madre.

Me sentía desecha, incomprendida por mi propia madre, desesperada.

Logré escuchar unos pasos detrás de mí, pero no podía detenerme, no quería hablar con ella, no deseaba otra discusión, solo quería llegar a mi habitación y descansar.

-¡Alteza espere! -Detuve mi paso al escuchar la voz del niño con el que mi madre planeaba casarme. -¿Tan mal estoy que usted huye de mí? -Bromeo una vez estuvimos frente a frente.

-Disculpe si se ha ofendido, excelencia. Pero no deseo casarme en este momento. No con usted, ni con algún príncipe, duque, conde o lo que mi madre desee.

-¿Cómo planea ser reina sin desposar a un buen mozo de sangre noble?

-Disculpe, duque de Hamilton, pero esa información no debería ser de su interés. Si me disculpa -Hice una reverencia con mi cabeza y giré mi cuerpo dispuesta a continuar con mi camino.

El niño tomó mi brazo bruscamente halando mi cuerpo hasta pegarlo contra el suyo, me miró directamente a los ojos tratando de intimidarme, cosa que obviamente no iba a lograr. Recorrió mi rostro con sus esferas azules brillantes hasta estancarse en mis labios.

-A mí nadie me dice que no, alteza. -Susurró muy cerca de mí. -Tengo miles de mujeres detrás de mí y siempre obtengo lo que deseo.

-No me asustas. Eres el típico hombre que se cree superior a los demás solo por su título.

Un Corazón Para La Realeza.-Calle y PochéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora