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— Joven Mafumafu, lo siento, lo necesitamos de manera urgente aquí —informó la señora, la esposa principal del líder, la madre de Soraru. 

— Me puedo quedar yo, madre. Deja que él regrese —habló Soraru con serenidad, sin temor de parecer un entrometido, más que un espectador.

— Soraru no suele abogar por nadie, ¿por qué de repente tiene tanto interés? —a la señora no le gustaba que su hijo de repente pareciera reprocharle y quitarle el control.

Ser la esposa principal le daba un estatus alto; sin embargo, no siempre sentía seguridad, pues no había podido dar otro heredero a su esposo y las concubinas estaban al tanto de eso, listas para usar la oportunidad de dar un niño y ascender a "segunda esposa". Durante mucho tiempo su esposo había sido indiferente con las concubinas, dándoles la tarea de administrar pequeñas tareas en la mansión y evitando involucrarse de manera física y/o sentimental con ellas; pero últimamente se mostraba distante con ella y eso no hacía más que llenarla de dudas.

Sentía que su posición segura empezaba a debilitarse en su mansión y se enfureció por dentro al ver que su propio hijo parecía querer darle una contraria y demostrar que cada día perdía el control de su hogar.

— Quiero que ambos entiendan la gravedad del asunto —dijo el líder (padre de Soraru)—. No podemos perder más tiempo, Mafumafu es el único que puede ayudar en este momento. Tiene que quedarse.

Su voz dura dejaba más clara su posición de líder y Mafumafu casi tembló por dentro, recordando las pocas veces que su padre había usado ese mismo tono para dirigirse a él antes.

— Lo haré, me quedaré —respondió Mafumafu—. Solo quiero que Amatsuki vaya y esté a salvo.

— Soraru lo llevará si eso te hace sentir más tranquilo.

— De acuerdo. Me retiro —hizo una reverencia y salió a paso calmado.

Mafumafu sintió las lágrimas a punto salir de sus ojos. Caminó en paso apresurado hacia la habitación donde se había quedado antes, pero Amatsuki estaba ahí, así que no podía refugiarse en ese lugar. Desvió su camino hacia el salón donde vio el espejo porque era lo único que conocía; y el nudo en su garganta no se iba, cuando una mano lo detuvo, no pudo evitar sobresaltarse. Tomar la mano de alguien era un acto muy íntimo, como para que alguien lo hiciera en una situación que no lo ameritaba; y aún más si empezaba a acariciarle. 

¿Por qué la vida parecía no ser tan fácil?, ¿qué haces si quien parecía odiarte de repente toma tu mano?, ¿qué haces si ese acto parece no desagradarte? Si fuera cualquier otra persona no hubiera dudado en quitar su mano, pero era Soraru, alguien con quien pensaba que de alguna forma, conectaban.

— Lo siento, de verdad quería que vieras a tu familia —bajó la cabeza sin soltar su mano. Viendo la forma en que inconsientemente acariciaba su mano, se detuvo y tembló con inseguridad.

— E-está bien. Me siento bien sabiendo que irás —rio, intentando detener sus ojos lagrimosos.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué de repente parecía querer derrumbarse? Acaso en todos los años que vivió en su hogar, ¿no le habían enseñado que ser el futuro heredero implicaba ser duro de corazón y, por el contrario, ser alto en sabiduría? Ahora, incluso pensaba que todos aquellos que decían que no era apto para tal título, tenían razón.

Soraru soltó su mano, sin saber si acercarse más era correcto, solo pudo calmarse internamente y volver la mirada hacia el albino.

— ¿Quieres enviarles una carta? —el pleiblanco asintió—. Les preguntaré si puedes regresar.

— Gracias, Soraru. Eres... —no encontró las palabras para expresar lo que sentía —. Eres... ¿genial?

La primera sonrisa de Soraru apareció. La primera sonrisa que el albino pudo ver verdaderamente. Rio junto a él y se mantuvo atento a todos los detalles en el rostro del pelinegro; los perfectos dientes, el sonido de su risa, sus ojos pequeños al reír... Verlo sonreír era especial.

Amor Trascendental ❥ SoraMafuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora