Las Horas (ÚLTIMO CAPÍTULO)

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Narra Darío:

Emilia tiene 6 años.
Hoy es su primer día de escuela y con Ricardo iremos a dejarla.
Es increíble lo rápido que ha pasado el tiempo, ya egresé de la Universidad y estoy trabajando en la secundaria donde estudié.
Se me vienen muchos recuerdos de mi adolescencia, buenos y malos, pero a veces pienso que el destino o, no sé, la vida, por sucesos trágicos te da la oportunidad de sanar ciertas heridas que no pudiste cicatrizar a su debido momento, por medio del reencuentro con ciertos lugares y personas que formaron parte de algún evento desafortunado.
Y aquí estoy, trabajando en el escenario mismo de donde empezó toda esta historia.
Finalmente, soy feliz, y más que nunca...
La vida me lo ha dado todo, no hay nada más que pueda pedir.
Valentina está casada desde hace un año, encontró al amor de su vida, al igual que Sofía, la diferencia es que mi querida amiga de toda la vida, es madre de gemelos preciosos...
Se preguntarán:
Y Emilia?
Bueno, ella, desde que la fuimos a buscar a Argentina, jamás quiso devolverse para estar con su mamá, cosa que lógicamente me encantó.
Las horas en el trabajo se pasan muy rápido;
Los alumnos que entran y salen por mi oficina son muchísimos.
Son demasiadas las historias que escucho, incluso uno que otro joven por ahí me ha contado que ha intentado matarse por no estar conformes con su orientación sexual, hasta que les cuento mi historia, entonces cambian de opinión.
Eso me alegra bastante porque lo que hago, lo hago bien, o eso creo.
Ahora, absolutamente todos en la escuela saben de mi orientación, mas eso no es impedimento para seguir con mi trabajo, a pesar de que no faltan los malos comentarios de terceros, pero eso es inevitable.
Priscila y Diego son padres otra vez, tienen un hijo de 2 años, al cual quieren y cuidan incondicionalmente.
Es hora de almorzar, pero no lo haré.
Más bien me detendré a pensar un segundo en mi cómoda y cálida oficina.
A veces pienso:
Cuándo será el día en que todo el mundo vea a los homosexuales y a personas con distintas capacidades como gente normal?
Cuántos niños lloran porque no entienden lo que les pasa y cuántos adolescentes son infelices viviendo con máscaras, hasta que se cansan y deciden suicidarse por tener miedo y sentirse rechazados?
Ustedes, gente común y corriente, no prefieren aceptar a sus pares con defectos y virtudes para que todos seamos felices, que rechazarlos y hacerles sentir como cualquier porquería que no vale nada y esperar a que terminen tirándose de un puente, o en hospitales psiquiátricos, o ahorcados en el patio?.
Solo basta con vivir y dejar vivir.
No es más que eso.
Qué importa si ves tomados de la mano a dos hombres o mujeres en la calle?.
Qué importa si alguien no puede caminar y anda en silla de ruedas o tiene cualquier otra discapacidad?.
Cuánto sufriste por amor cuando te gustaba esa chica o ese chico, pero el o ella pasaba de tí?.
Te imaginas cuánto más sufre un homosexual al saber que tiene un 90% menos de probabilidades de vivir en pareja que un heterosexual?...
Y cuánto más difícil es la vida para un minusválido?.
Me da pena y rabia que todo el mundo se pase a llevar, que unos se crean mejores que otros, que algunos vivan en un infierno por darles en el gusto a los demás y pongan en riesgo sus propias vidas comprometiendo su salud y autoestima.
No se trata de orgullo ni de tener muchos amigos, o de estatus social, o subordinar al otro.
Se trata sobre el miedo.
Miedo al rechazo, al qué dirán, miedo a saber si lo que haces está bien o mal. Después de todo, hay algo que aprendí y siempre pondré en práctica:
Sé tú mismo desde el principio de los tiempos, sólo así, entrarán a tu vida las personas que realmente te aceptan y quieren como eres, sin máscaras ni falsedades, y te asegurarás de que jamás se alejarán de tí porque ya saben quién eres, conocen tu esencia.
Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado...
Tenlo por seguro.

Son las 5:54PM y ya me voy para ir a buscar a Emilia a la escuela.
Ricardo no contesta su celular, supongo que aún trabaja, pero ya hablaremos después.
El tráfico está cada vez peor, las calles no están habilitadas ni siquiera para andar en bicicleta, pero lo que más me pone nervioso, es dejar esperando a mi hija, y me molesta un poco que mi horario de salida coincida con el de ella.
Finalmente llego a la escuela y ahí están juntos:
Ricardo con Emilia en brazos...
Me apuré tanto para nada.

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