Déjate llevar

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Podía sentir cómo tragaba con dificultad, con el ceño levemente fruncido, como si se concentrara en mantener la compostura. Sin duda aparentaba una seguridad de la que no era dueña.
Aquel blanco vestido de princesa diseñado a medida le hacia parecer una hada de cuentos fantásticos recién salida de sus mejores ensoñaciones. Y si ella se lo permitía, acabaría por hacerlo añicos con sus propias manos.

Se mantuvo quieto, permitiéndole a ella tomar el control.

Enredó entre sus dedos su camiseta de cuero oscuro. Esta se estiró debido a su peso y sintió cómo lo erguía hacia ella, acercando su nariz contra la suya. Quiso besarla, pero osada, soltó el agarre y acabó por dejarse caer contra las suaves sábanas. Sonrió divertido y se mantuvo en silencio. Ya podía sentir una pequeña presión entre sus pantalones, e incómodo se removió bajo ella. Con el movimiento, rozó su cadera contra su muslo interno, lo que produjo que pegara un pequeño brinco, sorprendida. Dante rio ante su reacción. En ese instante se prometió así mismo que haría de su primera vez la más especial, y le agradecería eternamente que lo eligiera a él para amarla pese a todo lo que le había ocasionado.

—La noto nerviosa, mi reina. ¿Es por algo en especial? -Le preguntó tras unos segundos en los que pareció el tiempo detenerse.

—No se haga el interesante, Sir Mcthrune. Puede que me gane en experiencia, pero en mi cabeza, he hecho de todo lo que no se pueda ni imaginar.

Su sonrisa inocente lo dejó atontado. La nuez de su garganta se deslizó rápida y áspera sobre su cuello y su autocontrol comenzaba a flaquear.

—¿Me está poniendo a prueba, su majestad?

—Sorpréndeme.

Su voz angelical sonó oscura y atrevida. Sin duda, era un lado de ella sensual y desconocido que estaba encantado de ser el primero en conocer.

—Permíteme —susurró antes de agarrarla por los hombros y hacerla girar sobre él. Cynthia no pudo evitar pegar un chillido de sorpresa. Con los ojos expectantes, y el corazón desorbitado, se mantuvo quieta bajo la presión de sus caderas sobre las suyas. Tragó nerviosa al sentirlo de una forma tan cerca e íntima. Ahora fue ella quién se removió incómoda. Dante se inclinó y en un susurro sobre su nuca, comentó: 

—Tranquila, solo déjate llevar.

Se volvió a incorporar al mismo tiempo que sentía cómo sus mejillas se ruborizaban. Se llevó las manos al cuello de su camiseta y con agilidad, la echó por los aires sobre sus cabezas, cayendo en algún rincón perdido de la habitación.

Sintió sus ojos recorrerle cada centímetro de su torso ahora desnudo. Cómo lo miraba de forma casi frenética, como si quisiera grabarlo todo en su cabeza antes de que se le pudiera olvidar.

Dante cogió una de sus manos agarrándola por la muñeca. Con las suyas la condujo sobre uno de sus pectorales, incitándola a tocarlo con la palma totalmente abierta.

Cynthia se dejó guiar sumisa ante su tacto. Sobre la yema de los dedos acarició su piel gruesa y caliente. Él soltó su agarre dejándola a ella explorarlo por sí sola. Subió y bajó su mano por donde quiso, acariciando sus abdominales levemente marcados, rozando sus pezones oscuros. Enredó sus dedos en el vello de su pecho, y tiró de este con fuerza. Dante emitió un pequeño gruñido que hizo que Cynthia levantara la vista y lo observara a los ojos.

Volvió la vista hacia su pecho y lo acarició encantada una vez más. Sintió el relieve de una pequeña cicatriz bajo la yema de sus dedos. Dante al observar cómo su ceño comenzaba a fruncirse, le apartó la mano con rapidez, cogiéndola por los antebrazos y acercando su torso aún enfundado en aquel vestido de cuentos infantiles hacia el suyo ahora desnudo.

Un Amor Entre El SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora