—¿Eso que lleva puesto es mi vestido invernal?
La joven muchacha la contempló con dureza mientras cerraba la puerta tras de sí.
—No podía quedarme de brazos cruzados mientras mi marido se desangraba. Tenía que al menos limpiarle las heridas, y eso hice.
—Yo le ofrezco mi casa y mis servicios, incluso el tiempo de ir en busca de las hierbas medicinales, y lo que recibo a cambio es su descaro.
—Oiga, joven, por favor...
—Fuera de mi casa.
—Se está muriendo.
—No me importa. Estos lares son más que peligrosos. ¿Por qué andabais solos en la oscuridad de la noche?
—Nos escapamos. Mi tío no aceptó mi repentino casamiento y huimos de su rechazo-mintió. Mas no podía hacer otra cosa—. Se lo suplico. Si no hacemos algo ahora, morirá. ¿Acaso piensa cargar con su muerte el resto de su vida?
—Su vida me importa tan poco como la del lobo en frente de la cueva— las pocas esperanzas de Cynthia de salvarle la vida a Dante se acababan de esfumar tras observar cómo le abría la puerta para que se marchara-. Si quiere, puede dejarlo aquí. Yo me ocuparé de enterrarlo.
—¿Enterrarlo?— Tragó con dificultad. Se le había formado un nudo en la garganta y las ganas de llorar no tardaron en aparecer.
—Sí. Bajo tierra. Es un trabajo que una reina como usted no puede hacer— comentó con burla—. Permítame enterrar a su marido mientras usted se marcha. No quiero que nadie se de cuenta de que estoy aquí. Así que, como ose contar mi paradero a alguien, a cualquier persona, le juro que la encontraré, y cuando eso ocurra, también me ocuparé de enterrarla, bajo tierra, y no me importará si es la reina de Angos o del mundo entero, la mataré a sangre fría.
Cynthia la observó con el corazón en la mano. Tan impotente, triste y asustada. Era una locura dejar a Dante a solas con ella, pero su sentido común ya lejos estaba de ayudarla a tomar decisiones. Giró sobre sus talones y se fue de aquella cabaña maloliente y descuidada.
La puerta del piso de arriba se cerró de golpe nada más pisar el primer escalón que la conduciría a la zona abandonada.
Bajó las escaleras como si no tuviera alma. Con la sensación de haberse convertido en una asesina de la noche a la mañana. Cuando hubo traspasado el pasillo de madera podrida, y haber abierto la puerta dispuesta a marcharse, fue cuando se dio cuenta de que no podía hacerlo. ¿A dónde iría si apenas podía mirar sus pasos? No tenía ni idea de dónde estaba y las ganas de volver junto a Dante, aunque ya no estuviese con ella en vida, la envolvieron de repente, proporcionándole unas intensas ganas de subir corriendo las escaleras y enfrentarse con aquella muchacha. Podría con ella si se lo proponía. Era unos centímetros más baja que ella, sus muñecas eran tan finas y delicadas como las suyas y estaba segura de que no tendría más de 20 años.
Con las fuerzas renovadas volvió por donde vino. Subió las escaleras sin hacer el mínimo ruido y cuando pudo acercarse a la puerta, consiguió escuchar algo.
Sonidos de pasos acelerados, platos chocando y murmullos femeninos se mezclaban detrás de aquella puerta oscura y desgastada. Consiguió abrirla sin hacerla crujir demasiado, lo suficiente como para que la joven muchacha no se diera cuenta.
Se acercó y con el rostro pegado al estrecho espacio que le proporcionaba la visión de la habitación iluminada, observó en silencio. Su pelo rubio y limpio no dejaba de moverse, mecido por el viento producido por sus rápidos movimientos. Aparecía y de la misma forma dejaba de existir en su visión. La vio transportar varios cuencos con algo de lo que no lograba vislumbrar.
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Un Amor Entre El Silencio
RomantizmPocas palabras son necesarias cuando la oratoria del amor lo dice todo. Sueños cumplidos y besos robados en un mundo de miseria y poderío surcarán la vida de una joven y desdichada doncella que contemplará la magnificencia de la superación de aque...