Capítulo 3: ¿Tuxedo man?

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Marzo

Adám Heim

     La primera noche nos burlamos un poco de él; es decir, ¿a quién se le ocurría entrar vestido con traje de negocios a un bar de moteros? Pero no pudimos negar que dentro de todo ese público era el único que nos prestaba atención, claro indicador de su buen gusto. La segunda vez que llegó, lo observé mejor: era un chino afeminado que no dejaba de verme, no disimulaba nada que se sentía atraído por mí. Lilah y Vint empezaron a fastidiarme después de la presentación, les dije que estaban celosos porque yo tenía mi primer fan y ellos no. Les imitaba con un tonito odioso y arrugando la nariz, odiaban que hiciera eso; por tanto, lo hacía mucho. Tiempo después me atreví a llamarlo, había empezado a fantasear sobre acostarme con asistentes vestidos con tuxedos de segunda mano, pero el tipo salió corriendo del bar. Lilah escupió la cerveza sobre Vint cuando lo vio escapar, aunque al otro no le importó porque estaba muy ocupado burlándose de mí, parecía que yo lo asustaba.

    Pasaron unos días y ya no había vuelto más, el hombre de traje, me encontraba buscándolo entre el público cada vez que nos presentábamos, pero nada. Me sentía desilusionado por haber perdido a un fan hasta que lo volví a ver y canté con todas mis ganas solo para él. ¡Sí que me lucí esa noche! Ventajosamente, esa vez aceptó hablar conmigo, mi canto de sirena había funcionado, incluso nos estuvimos manoseando en la parte trasera del bar. No se había atrevido a volver sin refuerzos y dicho refuerzo era un moreno llamado Julen que se había metido en algo con el tipo más peligroso del bar. Preferí ni siquiera mencionarlo, no era mi asunto y si le arruinaba la pesca, el enano peligroso era capaz de buscarme algún problema. Lo sabía porque una vez lo vi pelear en otro bar y ese loco no era para andar tonteando, había reventado una botella en la cabeza de algún pobre infeliz. Lo bueno de esa velada fue que conseguí un encuentro más.

     Luan cumplió su palabra y nos vimos en el Hard Rock Beer a las nueve de la noche siguiente. Esa vez estaba usando un pantalón de mezclilla ajustado, tenis y una camiseta negra, poco a poco se adaptaba más al ambiente. Yo no tenía que tocar con la banda así que no maquillé mis ojos, solo lo esperaba mientras bebía una cerveza. Llegó con diez minutos de retraso y se disculpó diciendo que había sido difícil conseguir un taxi, al parecer ni siquiera tenía el derecho de usar el auto de su empleo cuando él quisiera... Me comentó que trabajaba como asistente en una empresa de publicidad, un sitio famoso, ya lo había escuchado antes. También estudiaba y, estaba viejo, no le creí hasta que me mostró su documento de identidad, era nueve años mayor, sospeché que su apariencia juvenil se debía a alguna clase de medicina asiática y me pregunté si debía pedirle el secreto. Al igual que yo, no vivía con su familia. Mientras más hablaba, más me intrigaba y quería hacerle muchas preguntas, aunque, principalmente, quería follarlo.

     Luan era más bajo que yo, pero soy bastante alto, casi todo mundo es más bajo que yo. Sus ojos cafés se veían brillantes todo el tiempo, como si usara gotas para humedecerlos; aparte del tic del parpadeo cuando se sentía ansioso, tenía la costumbre de lanzar su cabello oscuro y lacio hacia atrás con un movimiento de su cabeza o una ligera sacudida de su mano. Era muy amanerado y sus facciones delicadas parecían acentuar esto. Sus veintinueve años no se percibían en su cuerpo delgado y sus labios finos. Nunca había salido con alguien que me llevara más de un par de años, pero no me importó mucho en ese momento.

     —Vamos a mi casa, no está demasiado lejos. —Él pareció inseguro, claro, se trataba de un señor bueno y mi pinta era de pura anarquía—. Escúchame, Luan, me gustas mucho, lo que quiero ahora mismo es quitarte la ropa y comerte a besos, pero no puedo hacer eso en esta barra, así que la propuesta es esta: Vienes conmigo a mi casa y me dejas quitarte la ropa con mis dientes o nos acabamos la cerveza y eso es todo porque no estoy para tontear o ir a citas al cine y todo ese ritual hipócrita.

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