Capítulo 13: Consulta urgente

26 4 0
                                    

Octubre (-4 meses)

Benjamín Jiménez

     A mis treinta años pasaba la mayor parte del tiempo en la clínica de mi padre, como hijo del director las cosas no eran muy cómodas para mí, debía mostrar constantemente que estaba ahí por mis propios méritos y si a eso agregamos que la relación entre papá y yo era horrenda, ya se imaginarán lo mucho que debía trabajar. No lo culpo, me había ganado a pulso toda su desconfianza y ahí radicaba su manera estricta de tratarme, por ello dedicaba cada maldito pedazo de mí a esa clínica, para cumplir los deseos de mi papá y que olvidara mis errores del pasado.

     Cuando tenía trece mi familia se separó, fue uno de esos divorcios catastróficos de los que todos salen traumados. Una noche mamá me obligó a salir a hurtadillas de casa directo a lo que sería nuestro nuevo hogar en una zona infernal de la capital, lo único que su sueldo de secretaría podía costearse en medio del salario de los abogados de divorcio. Con el paso del tiempo he comprendido que sus personalidades son completamente opuestas, ella es una mujer impulsiva e inmadura, él es obsesivo y estricto y yo soy una fatal mezcla de ambos lo que facilitó que durante mi juventud fuera terco y estúpido, incluso superándolos.

     En el colegio tenía buenas calificaciones ya que toda la vida había recibido educación de calidad, por lo general matriculaba cursos de verano y asistía a los mejores institutos privados, el paso a un centro educativo público de baja calidad fue como si me devolviera tres años en mi curriculum, me aburría en las lecciones que no me suponían ningún reto, incluso entregaba viejos proyectos y obtenía los primeros lugares de la clase. Tenía mucho tiempo libre, frecuentaba malas amistades en mi nueva comunidad, me sentía enojado y la mayor parte del tiempo estaba solo. ¿Ven el problema venir? Hice cosas muy malas en esa época, en especial para mí mismo, mamá perdió su autoridad y viví sin límites. «¿Quieres volver con el odioso de tu padre? ¿Eso quieres, eh, Benjamín?». No me importaba, en aquel entonces creí que ambos dejaron de preocuparse por mí. Experimenté con todo tipo de drogas y bebidas, inicié una vida sexual irresponsable hasta que obtuve un enamoramiento apasionado con el dealer del barrio, mi mayor influencia en ese entonces

     —¿Estás con un hombre? —preguntaba mi madre—. Dios santo, Benjamín, es lo único que te faltaba para llamar la atención. —Sentía que mi novio, Noah, era el único capaz de comprenderme.

     —No es para llamar tu estúpida atención, mamá, ¡yo lo amo! ¡Él me ama también! No somos como papá y tú.

     Todo aquello con puertas azotadas y fotografías familiares estrelladas contra la pared en tanto mi cuerpo se estiraba más y más sin darme tiempo de comprender qué rayos ocurría conmigo. ¡Ah, mi adolescencia! A los quince años volví a ver a mi padre... cuando me reanimó en una camilla del hospital. Él estaba tan enfadado, mamá tan asustada y yo... yo tan avergonzado. Tardé cuatro años en recuperarme por completo, durante ellos fui internado intermitentemente en una clínica de desintoxicación y Noah, el que juraba que era el gran amor de mi vida, desapareció más rápido que resfriado de una noche, por lo que mi proceso de rehabilitación incluyó la cura a un corazón roto. Los siguientes años viví con mi padre y estudié muy duro para que me perdonara, al principio veía poco a mamá, pero con el paso del tiempo aumenté mis visitas hasta que logramos encontrar un equilibrio en nuestra dinámica rota. Me esforcé muchísimo por recuperar mi vida... o más bien, por forjarme una, logré avanzar en la universidad sin problemas porque me convertí en una introvertida rata de biblioteca. Desde entonces fui la persona más complaciente y correcta que pude, mi único objetivo era convencerlo de que yo había recapacitado respecto a ese asunto de ser el hijo rebelde; me gustaba mi carrera y ansiaba heredar la dirección de la clínica algún día, esa era mi mayor ambición, pronto acabaría mi proceso de especialización como médico cirujano y entonces las cosas serían más fáciles para mí, eso creía.

Proyecto HippocampusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora