Roscoe tiene muchos planes, por ejemplo, asesinar a un hombre o a dos o a tres... Él tiene un solo sueño y no importa quién o quiénes se metan en su camino, definitivamente su proyecto de vida nunca varía, su propósito es firme y ser padre no es par...
Papá trabajaba en un centro de estudio botánico en un sitio llamado Santa Elena, ubicado bastante lejos de la capital y del pueblo en el que mamá vivía, por eso casi no pasaba tiempo con la familia, aunque cuando yo era un niño y él trabajaba cerca, tampoco estaba mucho con nosotros, así que su ausencia constante no asombraba a nadie. Mi hermana y yo comprendimos hace varios años que la relación de nuestros padres no iba a cambiar, era como si se hubieran divorciado, aunque continuaban manteniendo un discurso matrimonial. A pesar de todo, siempre contaban el uno con el otro, como la vez que él fue víctima de un ladrón que le hizo un gran corte en la cabeza y mamá lo cuidó durante una semana entera en mi departamento, creo que era la segunda ocasión en la que me visitaba desde que yo me había independizado, la primera fue porque me ayudó en la mudanza. Luego él tuvo que irse a trabajar y mamá me acompañó por tres días más. Me agradaba que ella me visitara, nos llevábamos muy bien. Con mi padre, en cambio, siempre tuve una relación más lejana que empeoró cuando salí del closet, aunque en el fondo sentía que ese no era el motivo de que él me evitara, siempre fue un hombre estricto y yo era demasiado blando. A veces lo comentaba con Luan, él y su padre se querían, pero mi amigo estaba seguro de que al revelar su orientación sexual las cosas no serían tan fáciles como con mi papá. Al fin y al cabo, a los dos nos faltaba confianza con ellos.
En mi trabajo las cosas no iban muy bien que digamos, mi inexperiencia me jugaba malas pasadas con los clientes, la mayoría del tiempo me sentía como si no supiera lo que estaba haciendo y temía que me despidieran en cualquier momento por no poder cumplir lo que se esperaba de mí a pesar de mis esfuerzos, no solo porque me gustaba ser parte de esa empresa sino porque sentía el compromiso de hacer quedar bien a Luan por haberme recomendado. La última vez que aquel motero extraño estuvo en mi casa, había azotado la puerta tan fuerte que tiró la única foto familiar que tenía, así que la había llevado a enmarcar nuevamente y la dejé en mi oficina donde sentía que mi padre me juzgaba cada vez que un proyecto no me salía bien. Esa tarde salí de la junta directiva y caminé con desgana hasta mi espacio de trabajo. Mi mejor amigo se levantó de su asiento en cuanto me vio venir.
—¿Y? —me preguntó. Negué como respuesta y entré a mi guarida. Él caminó detrás de mí y cerró la puerta—. No te preocupes, Jul, pronto vendrán buenos proyectos.
Me habían asignado un trabajo de poco presupuesto sobre un producto para matar cucarachas. Al menos tenía algo que hacer, pero no era eso lo que yo deseaba. Me esforcé mucho en la universidad para graduarme con un promedio sobresaliente y aun así no me daban ningún proyecto que valiera la pena debido a mi torpeza. No puedo explicarles la frustración que me envolvía, era terrible ver cómo mi carrera se estancaba, mi sueño consistía en realizar anuncios de fabulosos automóviles no de mata-bichos.
Gracias a mi estado de ánimo me dejé influenciar por Luan para volver a ese bar de moteros. Había aceptado salir con mi amigo quien quería ver la presentación de su exclusivo (un nuevo término para referirse al novio) Adám. Eugene nos había acompañado solo porque quería curiosear sobre el alemán con tatuajes y pene sobre cualificado del que Lu no se cansaba de presumir, pero se escapó al sanitario cuando los chillidos de Adám alcanzaron el punto más alto. Yo era un mejor amigo, así que lo soporté con temeridad. Luego de unos minutos, mi colega regresó retorciéndose de la risa.
—No van a creer lo que escuché —nos dijo—. Estaba meando cuando dos tipos se colocaron a mi lado. Quedé en medio de ellos en los urinales, pero continuaron hablando:
«—¿Entonces es cierto? —preguntó el de la derecha.
—Te digo que sí —le respondió el otro—. La pasada noche estaba meando y Adám se paró a la par mía. Juro que el bate de ese tipo es el equivalente a la fusión de tres de mi tamaño». No pude evitarme revisar su tamaño y solo puedo decir que...
Entonces Eugene hizo un gesto con sus manos marcando una gran distancia y yo acabé escupiendo mi cerveza. Luan sonreía victorioso.
—Se los dije, es el más grande del mundo —presumió apartando el cabello largo de su frente como toda una diva.
—Y tú domaste todo eso, ¿no? —preguntó Eugene aun riéndose tanto que estaba sosteniendo su estómago. Luan movió sus cejitas arriba y abajo, pícaramente.
Adám terminó de cantar y llegó a nuestra mesa. Luan se levantó para darle un beso y él, después de saludarlo, le quitó el asiento y tiró de Lu hasta dejarlo en su regazo ya que no había otra silla libre. Mi amigo se sonrojó, posiblemente porque sabía lo que Eugene y yo estábamos pensando: «¿Sobre qué estás sentándote, Lulú?». Eugene y yo nos mordimos la lengua para no soltar la carcajada. El resto de la noche ni siquiera pude verlo a la cara, sabía que, si descubría a mi colega aguantándose la risa, iba a ser mi fin y Adám acabaría descubriendo nuestra burla, además de que Lu nos asesinaría. Mi mejor amigo y su pseudo cantante hacían una bonita pareja a pesar de la diferencia de edad que tenían, descubrí que el tipo me caía realmente bien y que no era tan rudo como lucía. Más tarde los otros dos integrantes de la banda Uebos llegaron a acompañarnos y aunque no eran el tipo de personas que preferiría frecuentar, fue una velada divertida.
Esa noche la pasé con Eugene, estar con él era cómodo y dulce. Recuerdo que enfermé en aquella época... empecé a experimentar agruras y asco, especialmente por las mañanas, estuve de tal forma durante varios días y creí que desarrollaba gastritis. Eugene se preocupó sobremanera por mi salud (lo cual me pareció adorable), me obligó a visitar el hospital público después de descubrirme vomitando el desayuno, por suerte la doctora aseguró que no había nada incorrecto en mis pruebas.
—No lo sé —dijo Eugene—, a veces este hospital no es tan bueno. Debemos ir a una clínica privada por una segunda opinión. —Yo puse los ojos en blanco para demostrarle mi fastidio y cuando quiso insistir lo besé para que se callara—. Tramposo —se quejó. Sonreí complacido.
Una tarde mientras me encontraba de regreso a casa después de haber pasado el día juntos, me planteé seriamente pedirle noviazgo, la verdad es que tenía sentimientos por él, lo único que me había detenido de declararme antes era su inconstancia; a veces nos veíamos casi a diario y otros días Eugene desparecía incluso del trabajo, justificándose con cualquier cosa, pero creí que ya había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa, después de todo, tenía meses acostándome solo con él. Caminaba meditando sobre esa relación, esperando que al menos no lloviera sobre mi cabeza y encontré a dos personas peleando en media calle, tenía que pasar por ahí, aunque me detuve porque no quería verme inmiscuido. Ya les había dicho que no era el más valiente del mundo.
Uno de los hombres le disparó al otro y huyó mientras mi corazón se saltaba un latido. Inicialmente no pude verle la cara a la víctima porque estaba muy oscuro, pero cuando giró, logré reconocer al motero de los tatuajes con el que me había acostado. A pesar de haberlo corrido de casa, me sentí en la obligación de ayudarlo así que caminé hacía él quien empezó a alejarse, seguramente temiendo que yo quisiera hacerle daño también, todo aquello acabó en una especie de persecución por mi parte, intentando que se quedara quieto para llamar la ambulancia. Si entonces no hubiese insistido, mi vida sería completamente distinta, pero aquella noche no tenía idea de lo mucho que caminaba al borde de un precipicio.
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