Capítulo 9: Misterio médico

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Agosto (-7 meses)

Roscoe Edison

     Pasaron tres meses desde que escapé de la casa de aquel psicópata. ¡Tres putos meses! ¿Y yo qué había hecho para vengarme? ¡Absolutamente nada! Me hinchaba los huevos el solo pensar en todo el tiempo que estaba perdiendo, pero realizar un movimiento en mi estado, hubiera sido un suicidio. No sé qué estaba pasando conmigo, pero vivía asediado por náuseas a toda hora del día. Me mareaba, me sentía débil hasta estar a punto de desmayarme y de repente era víctima de horrendas oleadas de calor en mi rostro que se enrojecía como si tuviera vergüenza, una emoción que no solía experimentar nunca. Estuve soñando mucho con mi madre en la época en donde éramos felices y despertaba a media noche con ganas de llorar; cuando volvía a dormir, soñaba con ese hombre abriéndome el estómago y dejándome morir desangrado como a ella, despertaba justo a tiempo para correr a vomitar. Todos los olores me molestaban y no tenía apetito, solo había una cosa que mi cuerpo pedía y esto era horrible porque dicha cosa eran los deliciosos, dulces y esponjosos rollos de canela que había comido en la casa de aquel idiota comosellame. Una noche estuve a punto de colarme en su hogar solo para registrar su cocina, pero no, no volvería a poner un pie ahí, ¡y mucho menos para robar comida! No estaba hecho un muerto de hambre.

     Empecé a trabajar en una armería y me gustaba, sabía sobre los productos y era bueno aconsejando a los clientes y adivinando sus necesidades, pero el jefe parecía molestarse cada vez más con mis llegadas tardías y mis largas idas al sanitario, no era mi culpa, a duras penas podía hablar sin vomitar sobre los compradores. La última semana había empeorado, de repente empecé a sentir como si enterraran aguijones en mi barriga, como si alguno de mis órganos internos se estuviera encogiendo lastimosamente; los dolores tardaban solo unos minutos, pero eran tan intensos que me dejaban empapado con goterones de sudor frío. Además, cuando presionaba con fuerza sobre la cicatriz que me había hecho mi captor, podía sentir una bola dura dentro de mí, por ello decidí ver a mi hermano quien desde inicios de año había empezado su internado en medicina.

     —Ahora mismo estoy rotando en el área de ginecólogo-obstetricia, Ross. A menos que estés atravesando la menopausia, no podré ayudarte en nada —dijo cruzado de brazos mientras usaba su bata blanca. Con sus mejillas rozadas, sus ojos grandes y cafés y sus pestañas largas se veía tan joven que más que un médico real parecía un adolescente disfrazado para Halloween; yo no le hubiera confiado ni tratarme una diarrea, pero esta era una situación desesperada.

     —Muy gracioso, Lynx. Sabes que no tengo cómo explicarle a otro médico qué significa esta herida. Si aparece que me falta un órgano o algo, ¿qué les voy a decir? Solo hazme un examen de rutina y eso me basta.

     Esperé dos horas en la cafetería antes de que él me llamara para volver por los resultados de las pruebas que me hizo casi en secreto. Mi hermano me miraba con preocupación desde su escritorio.

     —¿Y? ¿Qué han puesto en el papel? Dímelo de una vez.

     —Es muy extraño, Ross, han salido cantidades elevadas de hcg, he repetido el análisis dos veces, pero sigue igual... no es un error.

     —¿Eso qué significa?

     —Se llama «gonadotropina coriónica humana». Los hombres producen ciertas cantidades de ellas en la hipófisis y es normal, pero no lo es encontrar tantas como en tus pruebas... esto les ocurre a las mujeres en ciertas circunstancias...

     —Gonado... —Desistí de pronunciar eso—, bueno, ¿entonces? ¿Qué es lo que tengo? ¿Una enfermedad cualquiera o algo que me pegó ese monstruo?

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