Skit. Darse cuenta

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El cielo estaba bajando y una oscura nube amenazaba con verter de blanco y triste silencio al mundo. Shōyō miró a través de la ventana y suspiró mientras Yū seguia perdido en las páginas de sus libros.

—¿Realmente vamos a encontrar algo? —Shōyō preguntó y el mayor se hundió de hombros, removiendo sus lentes para mirar a su amigo.

—Tú sabes lo que Bokuto-san dijo —si, lo sabía. Aún.

Estaba totalmente convencido que no había manera de encontrar a su compañero. Él podría enamorarse mañana o vivir el resto de su vida sin conocerlo. No podía buscarlo porque, Shōyō no sabía cómo usarlo -la conexión especial entre compañeros-. Su compañero estaba en algún lugar, ahí, esperando por él o no, y no podía buscarlo. Hinata estaba perdido.

Le había preguntado a Bokuto si era posible que ya lo hubiese conocido, si ya se hubieran juntado pero Bokuto negó, diciendo que no, porque él sabría cuando conocería a su compañero. El mundo y el tiempo se detendrian, el cielo se abriría y tu vida cambiaría. El dijo que lo sentiría, la primera vez que se juntara con su compañero, algo como admiración o amor, amabilidad o alegría, un simple sentimiento, una conexión directa. Puede comenzar como una amistar, pero había algo especial que pasaría haciendo que los dos se conectaran y entraran en la vida del otro inmediatamente.

Algo que tú no puedes controlar, estás forzado a estar cerca de esa persona, forzado para juntarse y tocarse, verse e interactuar. Así es como los compañeros eran. Ellos siempre se preocupan por el otro, piensan en ellos, simplemente no pueden vivir sin el otro.

Y de algún modo Shōyō se dio cuenta que Kageyama no era su compañero.

Y se dio cuenta también que secretamente esperó que el mayor lo fuera.

Caminó en los corredores, buscando la sección canina y detuvo su respiración, corriendo lo más rápido que pudo hasta encontrar la puerta verde. Todos estaban en la cama, pero aún así no estaba a gusto en absoluto al caminar por ahí. Jadeó leve ante el esfuerzo y abrió la puerta silenciosamente. Kageyama estaba durmiendo y Hinata miró al mayor. Se cambió a su pijama y caminó de puntitas hasta la cama de Kageyama, se arrodilló frente a este y se coló bajo las sábanas junto a él cuando vio que el perro no se movía. Se acurrucó lo más cerca que pudo y zumbó contento cuando sintió la familiar calidez abrazarlo.

Suspiró triste, mirando el rostro del mayor. Alzó una de sus manos de debajo de las mantas, sintiendo el frío de la sala golpearlo mientras deslizaba su dedo a lo largo de los rasgos marcados y suaves del rostro del otro. Sonrió para sí mismo, amando como la delgada nariz de Kageyama acentuaba los hermosos labios con forma de corazón. Shōyō se sonrojó ante eso, pasando su pulgar sobre los labios del mayor antes de tocar los propios.

Podía recordar cómo se habían sentido sobre los suyos y se sonrojó aún más, perdido en la lechosa piel de las mejillas del perro, brillando bajo la luz de la luna. Era como cristal, pero era cálido. Había soñado tantas veces con sentirlos de nuevo, sentir esas tiernas manos tomar su nuca, los fuertes brazos rodearle y sus respiraciones chocando en sus pechos.

Le había encantado tanto, pero Kageyama solo lo había hecho para tranquilizarlo y había funcionado.

Pero Shōyō se sentía herido. Y no podía sanar ahora.

El gato acurrucó su cabeza en el cuello del mayor y suspiró ante la esencia que lo rodeaba. Había estado buscando por una solución para encontrar a su compañero, ya había sido un mes y ahora estaba peligrosamente cerca de su cumpleaños. Sabía lo que significaba.

Y estaba asustado.

Asustado porque se había dado cuenta que no podría encontrar a su compañero antes de eso, asustado porque no sabía cómo iba a reaccionar y si iba a ser capaz de no perder el control.

Asustado porque en un mes había estado buscando su compañero, cuanto más lo había hecho, más había tratado de negar y rechazar sus sentimientos y cuanto más lo había hecho, más se había visto forzado a darse cuenta.

Darse cuenta que Kageyama era como el sol, la luna, el aire, como dormir y comer para él. Era el único que le hacía sentir vivo.

Y Shōyō se vio forzado a aceptar los sentimientos que tenía por el perro, finalmente a aceptar que no era odio ni disgusto, solo amor y miedo.

Porque Kageyama no era suyo y nunca lo sería.

Shōyō cayó dormido esa noche, como muchas otras, en los brazos de Tobio, la esencia del perro a su alrededor y lágrimas reuniéndose en sus ojos.

La nieve lentamente comenzó a caer, blanqueando la tierra con su delicada caída, haciendo al mundo parecer más brillante y puro, el rayo de la luna aligeraba el ambiente y silenciaba el mundo en una noche profunda y calma.

Love me || KageHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora