MÁS SABE EL DIABLO POR VIEJO QUE POR DIABLO
Una vez de vuelta al dormitorio por fin Samael deja salir de entre sus brazos a la pequeña niña aún en shock por lo sucedido. Cuando deja de abrazarla siente que algo le falta. Observa los pasos de Madison mientras se aleja hasta el baño para asearse después del mal trago.
Aunque intenta olvidar lo vivido, la baba y las manos de aquel hombre aún las puede sentir sobre su cuerpo.
Samael se quita la camiseta y se tumba en el colchón cerrando los ojos durante unos minutos para eliminar la tensión acumulada. Por primera vez en cuatro días vuelve a sentir paz en aquella cama al lado de la mujer de la que huyó como un cobarde.
Abre los ojos cuando un pequeño cuerpo se cuela a su lado acurrucandose sobre su pecho. Puede oler el jabón y el característico champú de Madison. Sin pensarlo la sube a su regazo dandole un suave beso en la frente.
- ¿Estás bien?- Vuelve a preguntar a la dulce chica por decia vez desde lo sucedido.
- Aún no se va.- Susurra triste ella.- Creí que pasaría lo peor Sam. Aun puedo sentir su asqueroso aliento.
Samael la agarra de las mejillas con cariño obligandola a mirarla. Los ojos de ambos brillan con fuerza como queriendo decirse demasiadas cosas. Sus labios pican por volver a tocarse. Sus manos tiemblan por volver a acariciarse.
El primer beso no tarda en llegar. Samael siente la necesidad de borrar con caricias el tacto de aquel indeseable que ahora arde en el infierno. Sus besos bajan por su cuello perdiendose en el borde de la ancha camiseta que pronto se escurre por encima de su cabeza hasta el suelo de la habitación.
Madisos suspira totalmente extasiada cuando ambos se tumban en la cama. El hombre se apoya en sus antebrazos a la altura de la cabeza de la chica y se agacha uniendose de nuevo. La electricidad pasa de un cuerpo a otro y con aquel baile prometen en silencio no volver a separarse nunca.
Cuando la boca de Samael se pierde entre sus pechos Madison arquea la espalda en su dirección dandole el máximo acceso. Tira de su pelo rapado desesperada por sentiro aún más. Sus manos viajan hasta el abdomen de Samael y dibujan cada uno de sus cuadraditos bajando hacia el borde de su pantalón.
Ambos gruñen ante las caricias del otro cuando la pelinegra aprieta el bulto de su pantalón y Samael rodea con su mano su pecho.
- Esta vez prometo no abrir la boca.- Ríe contra sus labios Madison. - Prometo solo hacerlo para gemir tu nombre.
Si acaso no estaba lo suficientemente caliente aquella frase hace palpitar su miembro sintiendolo incluso doloroso.
Madison está a punto de desabrochar el botón de sus vaqueros cuando unos golpes en la puerta los obligan a separase. Ella asustada y él frustrado por la interrupción.
- ¿¡Que jodidos quereis ahora!? - Gruñe mientras tapa a Madison con sus sabanas. La puerta se abre apenas un poco y una cabellera rubia asoma tras ella.
- El jefe nos quiere a todos abajo en cinco minutos. Es una reunión de suma importancia y urgente.
Se para unos segundos de más admirando la silueta de Madison entre las sabanas a pesar de que ella está tapada. Samael gruñe como advertencia al darse cuenta de como la mira.
- La chica también tiene que venir.
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La sala es oscura pero grande, muy grande. Cerca de un centenar de personas se agolpan a ambos lados murmurando y especulando sobre el motivo de la reunión. Madison se esconde tras Samael cuando decenas de miradas de centran en la pareja. El chisme sobre lo ocurrido aquella tarde todavía no ha terminado de circular entre la familia.
Entre tanta gente Madison distingue a su hermano. Oliver la obseva en silencio negando como decepcionado por verla allí.
Todos callan cuando los fuertes pasos del líder de la Mafia interrumpen en el salón. Tan impecable como siempre el padre de Samael se coloca en el centro de la escena con aires de grandeza. Analiza a todos con la mirada antes de hablar, sin embargo Samael tiene un mal presentimiento cuando al fijarse en él sonríe como fuera de sí.
- Querida familia... y los que no son familia.- Empieza haciendo incapié en todos los invitados todavía obligados a permanecer en la mansión.- Todos sabemos la razón por la que estamos aquí así que para acallar las dudas seré directo. Nos declaran la guerra.
Miles de murmullos vuelven a llenar la sala sin embargo eso no sorprende a Samael. Él ya estaba enterado de la situación hace días. Mira frío a su padre esperando a que continue.
- Tengo buenas noticias. Todos los ciudadanos no mafiosos sois libres de marchar.- Muchos sonríen ante la noticia o suspiran aliviados. Sin embargo no deja espacio antes de continuar.- Todos menos uno.
Una sonrisa desquiciada adorna su rostro al pensar en su plan. Su nueva oportunidad de forzar al diablo hasta el límite. Ese ángel que le ha caído del cielo. Su extraña obsesión por torturar a su hijo se hace cada día más fuerte y él sabe donde le duele más.
- Madison Walster. Quedate a conversar un rato niña.
Al oír su nombre Madison se queda de piedra. Estaba claro que aquel hombre no se iba a olvidar de ella pero tampoco pensó en toparse en una situación como aquella. Después de todo lo vivido en estos últimos locos días, la chica se siente desfallecer ante lo que sea que venga.
Samael tampoco reacciona de la mejor manera. Se tensa nada más oir el nombre de su pequeña Mad. Estaba claro. Si su padre no lo había castigado por matar a tres de sus hombres es porque lo iba a hacer a través de su dulce chica.
Dos docenas de personas salen apresuradas por la puerta principal de la sala sin mirar atrás. Tratando de olvidar lo antes posible lo ocurrido en esa mansión. Seguramente prometiendose no volver a jugar con fuego acudiendo a aquel tipo de fiestas. Los que quedan miran inquisitoriamente a Madison que comienza a jugar con sus manos nerviosa de nuevo.
- Querida niña. Me alegro que te hayas acoplado tan bien a esta casa.- Vuelve a dirigirse a ella con fingido tono paternal.- Es por eso que ya se te puede considerar casi parte de la familia, ¿no?
A Madison le recorre un escalofrío solo de pensarlo, sintiendose entrar en la boca del lobo.
- Y como parte de ella te pediré un pequeñito favor.- Algunos de sus hombres se acercan a ella que trata de esconderse tras Sam que asesina con la mirada a cada uno de ellos. - Los Wolfs y el imbecil de su líder se creen con el poder suficiente como para quitarnos el monopolio de las drogas. Ve, infiltrate entre ellos y traeme la cabeza de Leo Thunster.
- ¡No puedes hacer eso!- Ruge Samael contra su padre el darse cuenta de la misión suicida a la que ha sido encomendada Madison.
Ella solo tiembla completamente asustada rezando por que algo allí arriba le mande una salida.
- Ahí te equivocas Samael. Si puedo hacerlo. Ella aceptará con gusto si es que no quiere la peor de las muertes. Y eres TU el que no puedes hacer nada.
La amenaza deja paralizada a su hijo. Aunque intenta luchar contra ello, veintiseis años de sumisión pesan demasiado. Madison tenía razón al decirle que su padre manejaba su vida. Pero no la tenía al decir que él podía hacer algo al respecto.
-¡Sueltame! ¡No quiero hacerlo! ¡No lo conseguiré!
La chica grita desesperada al ser agarrada por los hombres de la mafia que la escoltan hacia la salida practicamente arrastrandola.
- ¡Sam! ¡Samael!
La historia se repite. Y el hombre que fue capaz de matar a tres solo por tocar a su Madison no es capaz de levantar la cabeza frente a su padre que al verlo derrotado sonríe de nuevo.
Él intenta sostener a Madison la mirada antes de que la lleven en contra de su voluntad y cuando sus oscuros ojos chocan con el azul de los otros comprende que la ha perdido porque le ha fallado, de nuevo.
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Bajo la mirada de la mafia
RomanceLa vida de Madison va de mal en peor. Lo sabe en cuanto con manos temblorosas sostiene el papel que firma su sentencia. "DESAHUCIO" Su casero se lo había advertido durante los últimos tres meses. - No soy una asociación benéfica niñata. O pagas o t...