MÁS VALE MAÑA QUE FUERZA

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MÁS VALE MAÑA QUE FUERZA

Madison solo permanece callada dejándose hacer. El nuevo vestido le aprieta marcando su silueta y, aunque no se siente para nada cómoda con su disfraz, tampoco dice nada. Una prenda que le hace parecer prostituta es el menor de sus problemas. 

- El grupo más cercano a Leo Thunster es muy pequeño. Tan solo su mano derecha, sus dos mejores amigos y sus cuatro exmujeres. - El hombre frente a él le explica detalles que podrían ser importantes y muestra imagines de los susodichos. - Por suerte el puesto de la quinta aún está vacante. 

Madison no ríe, tampoco tiembla aterrorizada, ni mucho menos llora por el amargo rumbo que toma su vida. Por un segundo, por unos días pensó tenerlo todo. En aquellos brazos cálidos y esa mirada profunda creía estar a salvo. Por un momento se olvidó de su falta de dinero, de su secuestro, de la muerte de sus padres, de la perdida de su hermano, de su horrible trabajo, del hambre y la necesidad. 

Pero no fue más que un momento. Se vuelve a sentir totalmente vacía. Totalmente sola. 

Muy en el fondo comprende el abandono de Samael. Puede verlo en su rostro. En sus ojos. Cuando el chico está con ella es una persona completamente distinta a cuando está con su padre. Incluso cometiendo actos de violencia tan horribles siempre algo de humildad le impulsa. 

No es lo mismo cuando está con ese hijo de su madre. Madison no puede ni imaginar a lo que ha tenido que someterle toda su vida pero las cicatrices de su mandíbula y cuello solo son la punta del iceberg. 

Samael se convierte solo en una maquina de matar. Una marioneta de su padre a la que él adora someter. ¿Cómo se llama al que está por encima del mismísimo diablo?

Básicamente le llenan los bolsillos de armas, pistolas y cuchillos y todo tipos de cosas letales que no había tocado en su vida hasta ese preciso momento. Los siente pesados en su pequeño bolso pero no por el plomo sino por lo que significa. Matar a un hombre o morir en el intento. 

- Mucha suerte.- Es lo último que escucha antes de que le metan en un coche. 

El corazón se estruja en su pecho al no ver a su hombre por ninguna parte. 

La musical llega a sus oídos sacándola de su ensoñación. "Vamos Madison terminas este trabajo y vuelves a casa" Se alienta.

"¿Que casa?" se burla su conciencia haciéndola poner los ojos en blanco como respuesta. 

Las luces que escapan por las ventanas de la discoteca le causan un deja vu sobre aquella fiesta que lo empezó todo. Aunque a lo mejor el inicio fue aquél arrugado papel con la palabra "desahucio" grabada en ella. 

Evitando darle más vueltas al tema se adentra en la discoteca. Un gran pub controlado por los Wolfs donde ese tal Leo se pasa las noches bebiendo y disfrutando de los placeres de la vida. Metiéndose en su nuevo papel Madison y su corto vestido blanco se funden entre la gente con una copa en la mano y bailado al ritmo de cualquier canción ensordecedora. 

Entonces lo reconoce. El hombre de la foto está sentado en el sillón con un pelirroja sentada en su regazo casi con la falda subida hasta la cintura. Su pelo rubio repeinado hacia atrás y sus ojos verdes examinan el lugar como buscando algo. A lo mejor le dobla la edad aunque se mantiene bien. Madison comienza su numerito. 

Se acerca al hombre fingiendo estar tan borracha como para no darse cuenta el peligro que corre al hacerlo. 

- ¿Leo, Leo Thunster?- Finge sorpresa.

- ¿Quién pregunta?- Gira tenso hacia ella. Sin embargo se relaja al darse cuenta de que es solo una mujer "¡Y que mujer!" piensa quitándose a la pelirroja de encima que se queja antes de marcharse. 

- Nos vimos en aquella fiesta hace tres meses. ¿Te acuerdas? - Se tambalea de nuevo acercándose aún más quedando cara a cara.- Yo no puedo he podido olvidarte aún.- Susurra en su oído de forma coqueta. 

Se le revuelve el estomago. Siente que está traicionándolo, además de que ese tío es un asqueroso. Lo sabe en cuanto su mano se posa en el muslo de la chica.

- Por supuesto que me acuerdo preciosa. Un noche así no se olvida fácil...

- Rose. 

- Rose- Sonríe coqueto saboreando el nombre. 

Entre miradas coquetas y juegos con su pelo, que le cuestan la vida fingir, la peli negra consigue que el líder de los Wolf acepte unos tragos a su lado. 

- Señor- Interrumpe su mano derecha no fiándose de ella.

- Déjame disfrutar con mi amiga Rose, Antonio. 

-Pero señor...

No le deja terminar la frase. Rodeando la cintura de Madison se dirigen a la barra dejándolo atrás con la palabra en la boca. Ella suspira aliviada. Por un segundo creía que su plan se iría a pique. El resto de la noche Madison se encarga de que Leo Thunster ingiera más alcohol del que es capaz de digerir. 

Está incomoda con sus coqueteos y toques innecesarios, pero finge una sonrisa y cuando no mira tira el contenido de la copa para no acabar ella más perjudicada que él. 

A las tres de la mañana dos personas se tambalean por el pasillo. Madison trata de mantener en pie el gran cuerpo de Leo mientras él solo piensa en llegar a la habitación para probar a aquella chica de ojos azules. Sin embargo Madison siente que la vida le sonríe por primera vez en mucho tiempo cuando nada más entrar en la habitación el señor cae rendido de tanto alcohol y se queda dormido. 

Son las cuatro de la madrugada y Madison no puede dormir. No solo por los ronquidos del asqueroso de Leo que babea en la cama. Si no porque sus pensamientos están en otro lado. 

Y el otro lado también le corresponde. Sentado en la barra del bar de la mansión Samael mira hacia un punto fijo sin verlo en realidad. Lleva ahí toda la noche con la presión en su pecho de no saber nada de su chica. Se siente culpable. Debería haberle confesado aquel sentimiento que solo florece a su lado antes de perderla. Debería haberla defendido y protegido y no dejar que la enviaran a una muerte segura. 

Él toma un último trago y implora una disculpa al cielo. Ella saca el pequeño frasco de PPX y también suspira hacia arriba.

No sabe nada de golpes, ni de pistolas o cuchillos así que es su única alternativa. 

Ambos pasan el resto de la noche murmurando todo lo que nunca se dijeron.

Bajo la mirada de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora