AL MEJOR CAZADOR SE LE VE LA LIEBRE

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AL MEJOR CAZADOR SE LE VE LA LIEBRE

Al regresar a casa aún las cosas están tensas entre la pareja que trata de evitarse a toda costa a pesar del pequeño espacio de la casa. 

Nunca los dos habían pasado una noche tan fría porque, aún compartiendo cama, no hay pequeños besos o abrazos que los reconforten, si no una gran e infantil barrera de almohadas que duele a ambos.

Resentida, Madison no quiere dejar que la reciente discusión le quite la emoción de recuperar a su hermano. Está dispuesta a trabajar horas extras por conseguir esa pequeña suma para la clínica. No necesita la ayuda de Samael para conseguirlo. 

Comprende lo que le pasa al hombre y sabe que en el fondo tiene algo de razón. Están tan escasos de dinero que aún está ahorrando para poder comprarse un telefono movil. 

Sin embargo le frustra esa posición tan fría y calculadora sobre una situación para ella tan sentimental como el recuperar a su hermano. 

Sin decir nada al hombre, que también parece ignorarla leyendo algún libro en el sofá, se prepara para salir de nuevo de casa. Ilusionada se mira en el pequeño espejo detallando el vestido verde que ahora luce para ir a visitar de nuevo a su hermano. 

Samael, aunque finge no hacerlo, la observa desde su cómoda posición cuestionandose cuales serán sus planes tan temprano por la mañana un fin de semana. 

Su orgullo no le permite preguntarle sumiendose en esa extraña ley de hielo que los dos han pactado sin necesidad de decir nada. Sin embargo se muere por preguntarle cuando siente su corazón acelerado ante la imagen de Madison dando pequeños tumbos por la casa con esa linda falda que hace sus piernas más tentadoras.

Algo dentro de el escuece cuando reconoce aquél vestido que con cierto recelo Madison le enseñó como el que pretendía llevar a su primera cita. Enmendó aquel error con otra cita en la que luego disfrutó deliciosamente de esa prenda y de lo que esconde. 

 Devuelve la mirada al libro del que no ha leído ni una página cuando Madison se gira hacia él. Ella abre la boca como para decir algo acercandose dos pasos. Sin embargo parece pensarlo mejor porque la vuelve a cerrar y, funciendo un poco el ceño, susurra un pequeño "Adiós" al que él solo responde con un gruñido sin levantar la vista.

A ambos les duele y tanto Samael como Madison suspiran rendidos cada uno a un lado de la puerta. 

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El ruido de la multitud hace que el corazón se hinche de ilusión. Hacía mucho tiempo que no se sentía una niña de nuevo. Oliver, a su lado, observa ese brillo en la mirada de su hermana que recorre a toda prisa los distintos puesto de la feria. 

No puede evitar arrepentirse de todo el tiempo perdido en estupidas discusiones entre ambos cuando podrían haber solucionado todo hace cinco años atrás con un abrazo sincero y un algodón de azucar.

Los niños corretean de lado a lado con algún peluche o dulce en la mano mientras algunas parejas parecen más enamorados que nunca. 

- ¡Esto es fantástico Oliver! Mira cuantas juegos nuevos hay desde la última vez que vinimos.- Exclama eufórica Madison dejandose llevar. 

 Algunos de los que pasean a su alrededor le miran extrañados por la actitud demasiado alegre de la chica que los ignora a todos centrada solo en todos los colores y olores que le rodean. 

- ¿Que te parece si vamos a por uno de esos?- Pregunta el hombre a su lado señalando un puesto de pomposos algodones de azucar y manzanas caramelizadas.- Y luego apostamos por quien tiene mejor puntería en uno de esos de allá. 

Bajo la mirada de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora