LOBO CON PIEL DE CORDERO

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LOBO CON PIEL DE CORDERO

Unos horribles gritos retumban por los calabozos. Lejos de molestarle hace a Samael sacar una sonrisa ladina. Ya ha pasado demasiado tiempo desde aquella noche de traición. Su pierna ya no le molesta pero la venganza siempre es dulce. Avanza uno pasos más antes de parase tras la puerta con el número 14. Tras tomar aire pasa con la cabeza en alto y el ceño fruncido. 

En ella dos hombres están sentados y anudados a una silla. El suelo está lleno de sangre y, a pesar del ruido hecho al entrar, ninguno de los dos levanta la vista, demasiado abatidos. Cuando por fin lo hacen abren los ojos de forma desmesurada creyendo ver un fantasma. ¿A caso ya habían llegado al infierno? ¿La tortura ha terminado? 

- Os veis sorprendidos. Para unos tipos con tan mala puntería no se que os sorprende.

- Y.... Yo.. Yo te disparé. Es imposible que estés vivo. Te vimos desangrarte. 

El hijo del diablo se agacha a la altura de ambos. Entre sus manos juega con una daga aunque su mirada sigue fija en los dos hombres. Esos que le traicionaron. A él y a toda su familia. Era todo una trampa y cuando su padre le mandó seguir a esos hombres porque ya sospechaba de ellos lo acorralaron en un callejón y trataron matarle. Y habría muerto. De no ser por aquella chica de ojos azules. 

- Digamos que hasta el diablo tiene un ángel de la guarda.- sonríe de forma sádica el muchacho recordando las suaves manos de Madison recorrer sus brazos. 

- Siento que el servicio en este hotel no sea el más agradable.- Habla grave refiriéndose a las heridas y quemaduras fruto de semanas de tortura.  - Pero seré bueno por una vez en mi vida. Podéis pedirme una sola cosa. Tendréis que poneros de acuerdo.  

Los dos hombres se miraron en silencio. Sin embargo muchas veces no hacen falta las palabras. Uno de ellos mira con decisión al otro, sus ojos se empañan, el otro trata de negarse. Niega con la cabeza desesperado. Es una difícil decisión sin embargo ambos saben que es la correcta. 

- Mátanos. Mátanos rápido. 

No hace falta nada más. Con un movimiento rápido Samael empuña el arma filosa y, con un brillo especial en la mirada, rasga la garganta del primero con un solo movimiento certero. La sangre salta manchándolo todo incluido su rostro. El otro apenas consigue gritar un "no" antes de que la hoja le rebane la garganta haciéndolo callar. 

Dos segundos después lo único que se escucha es la pesada respiración del chico de la cicatriz y el goteo de la sangre que aún escurre de los cuerpos que no caen solo por estar atados. Samael tira el cuchillo a un lado y desaparece por el pasillo ahora más tranquilo. 

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La gran casa se ve diferente de noche. Por lo menos las luces de colores que salen de la planta baja la hacen parecer una discoteca y no lo que verdaderamente es, un agujero de delincuentes. O eso es lo que piensa Madison mientras se adentra en ella. ¿En que momento se ha dejado convencer por la loca de su amiga? 

Mira su atuendo y luego el de Sandra dudando. No sabe cual de las dos es la que va mal para la ocasión. El vestido de su amiga es pegado de un color rojo demasiado llamativo y va a juego con sus tacones haciendo más notable la diferencia de alturas. Ella sin embargo, y aunque ha intentado arreglarse lo máximo posible, se ha puesto su única falda corta de color blanco y una blusa de tirantes negra. Zapatos solo tienen unos, unas zapatillas planas demasiado desgastadas. 

El sonido de la música le hace volver a la realidad. Se adentran en un gran salón repleto de gente. Todos bailan al ritmo del tecno y algunos aprovechan parar frotarse con sus parejas por encima de la ropa. Sandra le coge de la mano para adentrarse en la fiesta. Por lo menos el tacto de un ser humano de confianza le hace sentirse un poco segura.  

Bajo la mirada de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora