Capítulo XI

53 10 24
                                    

La foto de ambos sonriendo parece una mascara bajo esos rostros que observo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La foto de ambos sonriendo parece una mascara bajo esos rostros que observo. 

Nunca fueron felices en mi presencia. 

Los golpes, maltratos y abusos de madre eran peores según su animo. Las largas borracheras de padre eran agresivas, si es que no terminaba dormido en su oficina o discutiendo con madre sobre cualquier cosa.

«Debería odiarlos pero simplemente no me permito hacerlo, no puedo». 

Es hipócrita decir que odio a toda las personas pero no puedo odiar a mis progenitores. ¿Por qué? ¿Es mi mente y corazón que saben que esta mal? ¿Por qué me criaron y alimentaron aún siendo una obligación para ellos? O ¿Simplemente por qué eran mis padres? 

Toco mi mejilla, y esta mojada. Estoy llorando.

Contemplo aquellas fotos, las únicas fotos que se pudieron recuperar de ese día. Las otras fueron destruidas y regadas en varias zonas de la casa, desgarrando la parte donde se mostraba lo que era la pareja de jóvenes enamorados antes de tenerme. 

«¿Y si fui yo la que tuvo la culpa? ¿Yo soy la razón de que sus vidas decayeran?»

Ese pensamiento entró constantemente en mi cabeza cuando empecé a crecer. Es cuestionable que he sentido culpa desde entonces. No recuerdo los primeros años, pero no eran como los que después vinieron. Su azulada mirada me inquieta, enfurece, lastima, me da miedo. No quiero seguir viéndola pero tengo esa necesidad de mirarla sin parecerme nada a ella. 

Nunca tuve la culpa de haber nacido. Nunca lo desee. 

A como evoluciona la humanidad acabaremos siendo unos objetos vacíos, recubiertos por maldad y envidia, hubiera preferido que me abortaran antes de tenerme. Pero aceptaron la responsabilidad.

―Tuve que haber muerto con ustedes... ―Gimotee entre lágrimas. ―¿Por qué me tuvieron? ¡Por qué!― Grito tomando mi cabeza con brusquedad. 

Nadie sabe que pienso así. Nadie, ni siquiera Hugo. 

Nadie tiene que saberlo.

―¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!― Me acurruco en el frio y afilado césped en frente de sus tumbas ―¡Perdónenme... Perdónenme! ¡Madre, Padre. Vuelvan! Prometo ser una buena niña, no hablare, no molestare, puedo fingir que no existo podrán vivir tranquilos... Solo vuelvan, por favor... 

Después de todo, lo demuestro. Esa es la razón por la que no puedo odiarlos.

Porque los quise.

Las lágrimas se deslizan por mis mejillas cayendo al césped, liberando pequeños gimoteos retenidos. Aspiro y espiro con dificultad, en diversos intentos para calmarme; me recuesto mirando el cielo cada vez vestido con una suave capa gris, se oscurece a su paso; el viento es delicado conmigo, moviendo inútilmente el vuelo de mi falda y rozando mis mejillas.

𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍𝐒 (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora