Capítulo XVI

31 2 3
                                    

¿Ahora qué le digo?

Desde que tuve ese encuentro con el monstruo, me advirtio que no podía decirle a nadie, refiriéndose a Hugo, sobre que existe o sino pagaría las consecuencias

El hecho de querer decirle no significa que sea una idiota por completo. Él podría pasarle lo mismo que a Klaus y...

—¿Qué cosa me atacó?— Repito vacilante.

El ojos verde me toma por los hombros asintiendo.

—Sí, lo que te atacó. —Arrugo las telas de mi falda en un pequeño puño cerrando mi mano.

¿Y esa presencia en la estación? ¿Seria él?

No quiero mentirle a alguien más, y menos a él.

—Ya ni recuerdo lo que pasó esa noche. —Una carcajada delata mi nerviosismo, mientras tocó mi coronilla— No sé muy bien como es que salí de casa.

Hugo extiende su mano al otro lado de mi cuerpo, hincandose en el mueble dónde estamos sentados.

—Hugo, ¿Qué... —La cercanía de su rostro me toma por sorpresa.

Mi nariz roza con la suya, y su mirada está clavada en la mía. El como su mano presiona con rudeza el mueble y su baja mirada a mi clavícula y regresando la a mis ojos hacen que los nervios me estallen en las manos que están apoyadas en su pecho.

—Eres una mala mentirosa, ¿Lo sabes no?

—¡No lo soy! —Chillo mirando mis manos en su pecho. Si solo lo miro por un segundo siento que voy a perder la poca cordura. —¡Soy una buena mentirosa!

—¿Entonces por qué no me quieres decir? —Dentro de ese tono siento la preocupación de lo que vio en mi esa noche donde me atacó eso. —¿No tienes un poco de fe en mí?

Esa última entonación fue decadente y hueca en ese bello rostro, como si tuviera miedo de escuchar una afirmación a esa pregunta vaga.

—¡Por supuesto que la tengo Hugo! ¡Confío en ti! —Espeto sintiendo el sonrojo en mis mejillas y el como el sudor frío recorre mi espalda. —Solo... Es que no sé si sea lo correcto. —Suspiro agotada de la misma estúpida indecisión.

—¿Por qué?

—No puedo decirlo, Hugo. —De nuevo ese roce con su aliento, puedo sentir como mi piel se estremece.

El clima se ve apagado pero ese brillante azul del cielo le dice: «¡Vamos, alégrate que los malos días pasan! Rie conmigo y hagamos nuestro trabajo juntos». El clima sin ánimos solo oscurece más, preguntadole con incertidumbre por su ánimo tan alegre: «¿Por qué siempre sonries cuando ves lo que ellos nos hacen? ¿No te duele?». El cielo se quedo callado y con una mueca amarga le responde: «El dolor es eso, dolor. Nosotros sabemos lo que ellos no saben. Nadie merece lo que pasa cuando la balanza se mueve...»

La fuerte presencia de él se alejan, y me dan espacio, con cuidado mirando a otra dirección que no sean mis ojos, comienza a hablar.

―Mikela, necesito que me digas la verdad. ―Aclara impaciente, su pierna tenían un constante "tic" que refleja que su tolerancia se está acabando.

Mi mano se apoyo en la suya la cual descansaba sobre su pierna.

—Hugo, entiende que no puedo decirlo.

—No, solo no quieres decirme la verdad de lo que te pasó esa noche. —Gruñe irritado, siguiendo su mirada en la vista oleada del exterior.

—No me pasó nada, Hugo. —Respondo manteniendo mi palabra.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 09, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍𝐒 (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora