"ᴘʀᴏᴍᴇsᴀ ᴅᴇ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ"
¿Nací maldita? ¿Por qué todo lo que amo se marchita? ¿Pedí acaso ser lo que soy? ¡Dios! Tú que perdonas todos los pecados, perdóname, perdona a tu sierva manchada de sangre, perdona lo rojo de mi ser, porque no puedo evitar ser q...
—¡Perdóname, Señor! Porque he pecado. Sé que no podré limpiar mi pecado con una simple plegaria al cielo; sé que, hincada, una eternidad no podré pagar mi pecado. ¡Soy impura! He faltado a dos de tus mandamientos. ¡Perdona a tu sierva, Señor!
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La fría y oscura noche acompañaba en silencio a Levana, quien se encontraba afuera de la gran casona.
No podía asimilar el dolor que sentía su corazón. SeokJin, el hombre que amaba, la estaba condenando a una vida de culpa; él era de otra mujer, su corazón jamás le perteneció y lo más triste es que ella sabía eso.
De la tormenta que se había formado aquella noche, ahora solo quedaba una leve brisa que acariciaba su rostro, como queriendo consolar aquellas lágrimas que bajaban por sus mejillas despacio. Una conocida y amada voz la sacó de sus pensamientos.
—¡Levana! Hace frío. ¿Vamos adentro?
Hoseok observaba a su hermana decaída; nunca había visto tan apagada su sonrisa. Levana solo lo observó un largo tiempo sin decir nada, hasta que por fin las palabras lograron salir de sus labios.
—¿Cuándo decidiste tanto, hermano?
No era reproche, jamás podría, pero... sus labios temblaban al preguntar aquello.
—No siempre podré cuidar de ti, Levana. Min es un buen hombre.
—Eso lo sé.
—Espero que me puedas perdonar algún día, hermana, aunque ahora me odies...
Las palabras de Hoseok se quedaron atrapadas en los dedos de Levana, que de inmediato puso su mano sobre la boca de él, mandándolo a callar.
—No te atrevas, nunca te atrevas jamás... siquiera a pensarlo —. Con esmero y ternura acarició aquellos labios —¡Te amo demasiado!
Y entonces sus miradas se encontraron, perdiéndose una en la otra. Un escalofrío se apoderó de la piel de Levana, sintiendo que podía caer en un abismo tan inmenso que jamás en la vida podría salir de él.
