"ᴘʀᴏᴍᴇsᴀ ᴅᴇ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ"
¿Nací maldita? ¿Por qué todo lo que amo se marchita? ¿Pedí acaso ser lo que soy? ¡Dios! Tú que perdonas todos los pecados, perdóname, perdona a tu sierva manchada de sangre, perdona lo rojo de mi ser, porque no puedo evitar ser q...
La inquietud se estancó en el corazón de una afligida Levana. A pesar de los intentos de Taehyung por calmarla, hubo algo en aquellas palabras que no la dejaban tranquila. Aunque decidió que lo mejor era olvidar lo sucedido con aquella anciana, sus palabras seguían atormentándola cada vez más.
No fue hasta esa noche, cuando se sentía temerosa, que al observar por la ventana logró ver una lechuza. Venía como una mensajera de algo desconocido para Levana. La miró, parada y tranquila sobre su ventana, y en contraste con la luna que alumbraba el cielo nocturno, la sinfonía que hacía el viento la llevó a encontrarse con más preguntas que respuestas.
Pocas veces habló con su hermano sobre la muerte de su familia y de cómo ellos sobrevivieron, pero ahora que era adulta sentía que podía con la verdad. Quería poder enfrentar su pasado doloroso, donde perdió no solo su infancia, sino también a sus padres.
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Esa noche, cuando el viento azotaba las viejas ventanas de madera y el frío calaba, Levana se metió en el cuarto de Hoseok, decidida al fin a hablar sobre lo que sucedió ese día cuando ambos quedaron huérfanos. Hoseok dormía tranquilo; se encontraba descansando de un día largo de trabajo, igual que los demás.
—¿Hermano? Hoseok, ¿estás dormido?
Levana intentaba despertar despacio a Hoseok, quien se removió hasta al fin abrir los ojos.
—¿Qué pasa? —se incorporó de su lugar para asegurarse de que Levana estaba bien.
—Hace frío y tengo miedo —. Hoseok le dio una enorme sonrisa, abriendo paso en la cama para que se acostara a su lado.
—Ya no hay espacio suficiente para ambos, Levana —. La abrazó dándole un beso en la frente.
—¿Y si juntamos nuestras camas?
Ella podía sentir que en los brazos de su hermano no corría ningún peligro; nada podía dañarla al estar con él, porque él era todo para ella y ella era el mundo de él.
—Hacía mucho que no venías en las noches. ¿Otra vez pesadillas? —Levana negó.
—Días atrás, en el pueblo, una anciana... dijo cosas —Levana empezó a llorar lentamente.
—¿Qué dices? —Hoseok se levantó de inmediato de su lugar para observarla—. ¿Te hizo daño?
—¡No! Solo que ella me dijo que yo estaba maldita y que debí morir quemada en la hoguera. Lo poco que entendí es que yo... ella me dijo: ¡Bruja! Algo sobre sangre y mujer roja.
Hoseok se perdió por unos segundos; su mirada se había tornado oscura y tomó fuerte la mano de Levana.
—La gente puede decir cosas malas, Levana. Solo no las escuches. Esa mujer quizá está loca y es lo más seguro. ¿Bruja? Eso ni siquiera existe.
—¿Cómo supo sobre el fuego?
—¿Qué?
—Ella dijo que mi familia murió en el fuego, que unos sacerdotes quemaron la aldea.
—Aún más loca, ¿no te pusiste a pensar que yo no morí ahí? Tal vez... nuestros padres sí, pero no toda tu familia, Levana. No temas, mi pequeña, jamás permitiré que te lastimen, nadie. ¿Sabes por qué? — Levana negó sonriendo. — Porque te amo, eres mi hermana y siempre cuidaré de ti.
—¿Lo prometes? Aunque te enamores, te cases y me des tres sobrinos, ¿una eternidad a mi lado?
Hoseok sonrió ante el deseo de su hermana por ser tía.
—¡Lo prometo! Una vida a tu lado y mil más si es necesario, jamás te dejaré sola, Levana.
—Y yo jamás dejaré que olvides tus promesas, Jung.
Ambos sonrieron y, después de un largo y lento abrazo, se quedaron dormidos abrazados, sabiendo que si se tenían, no había nada que importara más.
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