Damián
—Edith, ven a mi oficina, ¡¡¡Ahora!!! —Grito por la bocina del teléfono, exasperado.
—Señor, ya… —Queda con la palabra en la boca cuando tiro el aparato y cuelgo.
No toleraba un error más de Edith. Hoy no.
Había sido uno de esos días de mierda donde el café te lo traen frío, la lluvia no cesa «normal en el mes de julio» y para completar, tengo que hacer un vuelo de última hora a Ibiza, porque Mike no fue capaz de encargarse de la renovación del contrato.
—Se-señor. —Despego los ojos de los papeles y la miro al frente de mi escritorio. Noto un leve nerviosismo.
—¡Tres veces, tres veces, Edith! —trato de calmarme tocando el puente de mi nariz —te he pedido corregir esto. —Sacudo los folios en mi mano.
—Pe-pero, señor —intenta hablar.
—No, Edith, no quiero excusas. ¿También debo encargarme de esto yo? ¿Será que me va a tocar a mí? —digo alzando el tono de voz.
—No, señor, ni más faltaba… Es solo, solo que… —Se alza un poco de los hombros intentando tomar postura.
En serio que hoy no es el día para lidiar con sus estupideces. Hoy no la tolero.
Edith ha sido mi secretaria por más de cinco años. Es eficiente (algunas veces) y puntual. Se encarga de todo en el tiempo justo. Todo lo que necesito ella lo puede solucionar. No importa qué. No tengo queja de ella, pero en días como el que estaba teniendo hoy, no permitía ni el más mínimo error. Estoy seguro de que algo le sucede ¿problemas en su casa, tal vez?. La verdad no me importa; solo quiero el puto informe sin un solo error. ¿Es mucho pedir?
—No me interesa —la corto alzando la mano para que se calle—. Quiero el puto informe sin un solo error en menos de una hora. Junto con lo necesario para tomar mi vuelo a las tres en punto —me paso las manos por la cabeza tratando de alisarme el cabello para tranquilizarme un poco.
—¿Algo más, señor?
—Sí. Que desaparezcas de mi vista—. Termino la conversación sin levantar la vista. Esta vez dejo los papeles a un lado y me enfoco en el correo electrónico que acaba de llegar. Cuando le doy clic para leer de qué trata siento su silueta entrando a la oficina nuevamente. —¿Ahora qué, Edith?
—¡Oh! Creo llegar en mal momento —la voz de Samantha hace que levante mi rostro para verla entrar a mi oficina como si fuera la sala de su casa. Se acerca a mí, rodeando el escritorio, posándose detrás. Pone las manos sobre mis hombros en un gesto de querer tranquilizarme y me da un beso en la mejilla el cual recibo con agrado.
ESTÁS LEYENDO
Jugando A Seducirte ©: (Libro 1 De La Duología: ¿JUGAMOS?)
RomanceEn este juego de seducción no habrá perdedores. Un viaje. Ella para olvidar a su ex. Él por compromiso. Ella buscaba divertirse. Él saciar su deseo. No fue un buen comienzo, pero ¿tendría un buen final? El destino les daría la oportunidad de reenco...