₀ ₄ ₇ : ¿𝐔𝐧𝐚 𝐬𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞 𝐯𝐢𝐬𝐢𝐭𝐚?

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Después de tanto caminar y alguna que otra queja por parte de Alaia en relación a la innecesaria forma de esconder esa "guarida" como ella la llamaba. El grupo ingreso a una habitación, la cual no se encontraba vacía. Había un puñado de personas enfrascadas en lo que parecía una conversación informal. Hablaban en voz baja y con calma, originando un murmullo que parecía un zumbido flotando en el aire. Un par de mujeres pálidas vestidas con ropa de verano se detuvieron en una de las zonas iluminadas, y su piel, como si fuera un prisma, arrojó un chisporroteo multicolor sobre las paredes de color siena. 

Todos aquellos rostros agraciados se volvieron hacia ellos en cuanto entraron en la habitación. La mayoría de los inmortales vestía pantalones y camisas que no llamaban la atención, prendas que no hubieran desentonado ahí fuera, en las calles, pero el hombre que habló primero lucía una larga túnica oscura como boca de lobo que llegaba hasta el suelo. Alaia lo reconoció de inmediato.

— ¡Jane, querida, has vuelto! — gritó con evidente alegría. Su voz era apenas un tenue suspiro. Avanzó hacia ella con una ligereza de movimientos y mucha gracilidad.

La piel era de un blanco traslúcido, similar al papel cebolla, y parecía muy delicada, lo cual contrastaba con la larga melena negra que le enmarcaba el rostro. Tenía los ojos rojos, como los de quienes le rodeaban, pero turbios y empañados. 

Se deslizó junto a Jane y le tomó el rostro entre las manos apergaminadas. La besó suavemente en sus labios carnosos y luego levitó un paso hacia atrás. 

—Sí, maestro —Jane sonrió. Sus facciones parecieron las de una joven angelical—. Le he traído a nuestros invitados, como deseabas. 

—Ay, Jane. ¡Cuánto me conforta tenerte a mi lado! —él sonrió también. A continuación miro al grupo detrás de Jane, sin borrar su sonrisa y unió sus manos finas al dar una palmada—. ¡Qué agradable visita la de hoy! ¡Maravilloso! Así que estos deben ser sus nuevos integrantes. — miro a Bree y Diego.

— Bree es nuestra hija.— habló Rosalie captando la atención de Aro.— Diego es su pareja pero también es parte de la familia. — la rubia le dedico una sonrisa a su yerno siendo correspondida.

— Y la pequeña Alaia, ya no tan pequeña.— ignoro por completo a los dos vampiros y se centro en la hada, tomó sus manos y sonrió. — He de admitir que no había visto a nadie con un don como el tuyo. ¡Maravilloso!. Y felicidades por los bebes, al parecer la familia crece. — ante lo último hizo una mueca muy mal disimulada.

Alaia lanzó una breve mirada a su madre que no pasó desapercibida para Aro. 

—Lo siento. No nos han presentado como es debido, ¿verdad?—  volvió a mirar a Bree y Diego.— Es sólo que siento como si ya los conociera y tiendo a precipitarme. Tu madre nos acaba de presentar de una forma... No importa. Comparto un poco del talento de su "tío" Edward, sólo que de forma más limitada que la suya, es más por eso. — Aro habló con tono envidioso mientras agitaba la cabeza.

— Aro necesita del contacto físico para «oír» tus pensamientos, pero llega mucho más lejos que el tío Edward. Como sabes, él sólo es capaz de conocer lo que pasa por la cabeza de alguien en un momento dado, pero Aro «oye» cualquier pensamiento que esa persona haya podido tener.— explicó Rosalie.

— ¿Puedo? — preguntó con avidez al tiempo que alzaba una mano en dirección a Bree. Ésta miro a sus padres antes de tomar su mano.

— Tranquila.—  susurró su hermana. Aro alargó el brazo como si fuera a estrecharle la mano y rozó su piel de aspecto frágil con la de Bree. El rostro de Aro se alteró conforme la miraba y suavizó su rostro un poco, antes de calmarse debajo de una máscara amistosa. 

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⏰ Última actualización: May 18, 2023 ⏰

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