⌕ hipofrenia ; sentimiento de tristeza sin motivo aparente.
⌗ asheiji
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Es un sabor amargo en su lengua, una sensación agria en su garganta; una presión en el pecho que amenaza sus pulmones, un manto brilloso cubriendo sus ojos, una impotencia en las manos por no hacer nada, el deseo de desahogarse y no saber cómo, cuándo ni por qué en realidad. Solo quiere hacerlo, dejar de fingir que es fuerte e insensible, respirar sereno aunque sean unos minutos, probar un sueño reparador que no tiene desde niño.
Quiere dejar de pensar porque duele, hiere mirarse a sí mismo en recuerdos tan desagradables, en experiencias que siguen sintiéndose pegadas a su piel por más que se resista o las limpie, el rastro de manos es indiscutible, a veces teme que sean demasiado obvias aunque una parte suya insista en que son engaños de su mente cansada, es fácil dejarse llevar por ese miedo acompañado de una profunda tristeza y es precisamente lo que vive, lo que afronta a diario.
Es un color café en su lengua, una sensación áspera en su garganta; un color negro en el pecho que asfixia sus pulmones, un azul desteñido cubriendo sus ojos, un rojo en sus manos por las atrocidades que hizo y no puede cambiar, un blanco tan distante que solo lo engaña con una libertad superficial, que jamás va a alcanzar porque su destino es quedarse ahí, entre colores monótonos y gastados, entre memorias filosas y recuerdos tormentosos.
Es una vorágine de sentimientos peligrosos la que guarda, no tiene oportunidad de desglosar cada uno y dedicarles tiempo, aprendió a sobrevivir en un constante estado de alarma que nunca le deja tiempo de mirarse, sentirse o conocerse. Debe acostumbrarse, su cuerpo parece haberlo hecho, recibe los roces de bala tranquilo y las heridas profundas cicatrizan relativamente en días; ¿es fuerte o se obliga a serlo? No es normal recuperarse así, no es lógico enfrentarse al peligro con el cuerpo entero magullado y el alma rota, pero no le queda de otra y se cuestiona qué tan diferente pudo ser si cedía a las palabras de su padre, si se hubiera quedado en casa de su tía, si jamás hubiese reunido el coraje de apuntar.
Si no hubiesen llamado a su hermano, si en lugar de un padre hosco y ausente tuviera una madre cariñosa y amable; si hubiera escogido otro deporte como favorito, si hubiera sido más inteligente en distinguir las malas intenciones, si hubiese nacido en el nido de una familia normal, en otro país, en otra ciudad.
Qué tan diferente pudo ser si no hubiera nacido.
Hubiera, hubiera, hubiera. Pero esa palabra no existe.
No puede cambiarlo, no puede regresar al pasado y aparecer en el preciso instante donde su vida tomó un rumbo más turbio; no puede aparecer y decirle a su niño interior lo que se avecina, tampoco puede prepararse y fingir que en la inocencia puede hacerle frente a un abusador de ese nivel, no puede pintarse un futuro donde él sea más fuerte y acabe con todo de una vez, no puede obligarse a mantenerse firme si la tortura es tan insufrible.
