⌕ kogarashi ; el viento frío que anuncia la llegada del invierno.⌗ eiji
Había pasado cerca una década desde que lo perdió.
Demasiado tiempo, pensaba. Con frecuencia se preguntaba por qué él parecía ser el único preso del pasado, atado a memorias amargas que solo terminaban por acabar la poca inocencia en su alma.
La vida seguía, lo había aprendido de una forma dolorosa y desafiante; no era sano quedarse en el pasado inmóvil, pensar en lo que pudo hacer o decir, imaginar escenarios falsos, escuchar voces. No era sano dejar a su mente divagar entre posibilidades imposibles, entre sueños rotos y esperanzas perdidas.
No era sano, ¿pero por qué seguía tan lastimado, como si la herida hubiese sido hecha el día anterior?Había intentado decenas de veces superar y olvidar, aunque claro, jamás se atrevería realmente a borrar todo recuerdo de tal milagrosa existencia. No podía, vivía constantemente como testigo de la lucha entre su cordura y corazón; una diciéndole que debía darle la espalda a esa parte de su vida para crecer, la otra negándose a salir de su estado de duelo.
¿A cuál debía obedecer? Unos días se despertaba con la motivación de mejorar y buscar un nuevo estilo de vida, otros días se sentía tan pesado como para levantarse a comer.Unos días la tristeza era pasable y podía hacerle frente, otros días le consumía tanto que temía perderse en el vacío de su pecho.
Y le dolía en demasía haber pasado tantos años en un estado de negación tan fuerte, su arrepentimiento siendo tan grande que evitaba acercarse a ciertos lugares, sus pies retrocedían cuando las calles se hacían demasiado conocidas y dolorosas. Un instinto de protección que había desarrollado para poder sobrevivir su tortura, él incluso había guardado lejos todo papel y fotografía que tuvieran un ápice de su existencia. Se obligó a ignorar, ¿qué más podía hacer? La muerte había tocado numerosas veces a su puerta, pero jamás le había aterrado tanto hasta que conoció lo que era perder a alguien.
Momentos en los que su mente se concentraba demasiado eran peligrosos, cuando el silencio y soledad le rodeaban y no había más opción que escucharse a sí mismo. En contra de su voluntad se recordaba las veces que perdió y se vio débil, las veces que no pudo proteger y en cambio, fue la razón de pérdidas.
No era fuerte, era ajeno a toda la cruda realidad que sus amigos alguna vez fueron obligados a experimentar; no tenía idea de que el corazón humano podía llegar a ser tan corrosivo y sórdido, tal ambiente cruel e inhumano había sido el escenario de sus pesadillas más repetitivas.El pensamiento de que había llegado a importunar era constante, no había día que se arrepintiera aunque sea un poco de lo que hizo o lo que no. Le había arrebatado personas importantes al menor, y ahora tenía que lidiar con la realidad de que ya no lo tenía cerca suyo.
Unos días la culpa era pasajera, era consciente de que los verdaderos causantes de tanto dolor eran aquellas personas corruptas disfrazadas de normales. Otros días la culpa era asfixiante, su corazón se hacía pequeño y ardía en llanto.