⌕ komorebi ; la luz del sol que se filtra a través de las hojas del árbol.
⌗ ash y shorter
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Silencio, un segundo le bastó para derribar el ambiente enérgico y enfermizo; sintió helados los músculos, una fina capa de sudor frío cubría su frente. Ninguno se movía, parecía un campo con explosivos que se prendería hasta con la más mínima acción.
En un segundo los tenía paralizados, ni siquiera necesitaba de armas amenazantes para robarles el aliento. Era su mirada tal vez, lo que sea, generaba una corriente eléctrica que adormecía los sentidos; los volvía mudos, atentos a lo que ocurriría después, les sacaba a flote los instintos de supervivencia. Frío y audaz. Aprovechó la incertidumbre para hacerse notar, no seguiría bajo las sombras de nadie y se encargaría de dejarlo claro a donde fuera; lo ocultaba, pero aún guardaba un poco de empatía hacia sí mismo, un ligero sentido de respeto.
El atisbo de una sonrisa altanera bailó en sus labios antes de salir, como si el protagonista no fuera él, los dejó abandonados con los reclamos atorados en la garganta. Su ausencia significó alivio para muchos, Shorter seguía quieto, todavía analizando lo que recién ocurrió porque a pesar de llevar conociéndolo poco más de un mes, aún le recorría pánico por las venas cuando lo veía en ese estado. Carente de emoción y sensibilidad, dotado con movimientos ligeros y mortales; no entendía como alguien de aspecto tan vulnerable podía provocar tanta conmoción, mas agradecía haber estrechado un lazo lo suficientemente fuerte como para salvarse, claro era que no tendría ventaja sobre él aunque le ganara en masa muscular y altura.
Situaciones así se habían vuelto más recurrentes de lo que le gustaría recordar, ¿qué podía esperar? La basura de la sociedad era fácilmente desechada ahí; era el perfecto punto de encuentro de la perversidad, ignominia, inmoralidad y crueldad. Debería estar acostumbrado, debería saber lidiar con las mentes retorcidas a diario, pero seguía siendo joven y le inquietaba en demasía ser consciente de que dormía al lado de seres tan despreciables, sin rastro de humanidad o sencillez. ¿Tenía permitido conmoverse siquiera? Era un asesino también, cargaba con un peso enorme de culpabilidad en sus hombros, había nacido bajo ese mundo corrosivo del que no podría huir ni en sus siguientes vidas.
—Maldita zorra. —Solo entonces recuerda donde está parado, el lugar es un caos de olores y comida mal preparada. Le marea volver a tomar control de su cuerpo, alza la mirada para ver al hombre aún derribado, con el cuerpo adolorido y el rostro ardiendo en ira.
Ha evitado que lo dominen una vez mas.
Ha perdido la cuenta durante las semanas, el efecto de pavor que les impide acercarse dura poco y es rápidamente reemplazado por la malicia y soberbia. Ha intentado protegerlo cada vez, pero se asemeja a un estorbo cada que intenta ponerlo detrás de sus espaldas; el menor no lo necesita a la hora de defenderse, pero aún así se mantiene fiel a su promesa secreta de no abandonarlo durante su estadía en ese lugar.