𝐋𝐚 𝐜𝐚𝐛𝐚ñ𝐚 𝐝𝐞 𝐇𝐞𝐫𝐦𝐞𝐬 𝐲 𝐥𝐚 𝐡𝐢𝐣𝐚 𝐝𝐞 𝐀𝐫𝐞𝐬

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     Todo era oscuridad, no podía ver lo que estaba pasando a mí alrededor

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     Todo era oscuridad, no podía ver lo que estaba pasando a mí alrededor. ¿Acaso me morí y estoy en la nada? No sentía y oía nada. Más de repente pude ver una luz que se empezó a expandir rápidamente por todos lados. Y luego, una imagen algo peculiar. Parecía una especie de desierto, en el cuál solo pude distinguir el cielo nublado, árbol seco con sus ramas cayéndose poco a poco y la misma águila de sueños pasado vigilándome expectante. No parpadeaba mientras me analizaba enteramente.

— ¡Devuelve lo que has robado semidiós! ¡Dame lo que me pertenece!— gritó de repente al mismo tiempo que relámpagos retumbaban en la escena.

     Corrí después de eso, mientras sentía como el ave arremetía contra mí y se acercaba segundo a segundo. No pude evitar que me agarrara por mi camisa y me levantara como una pluma por los aires hasta dejarme caer en un acantilado que había aparecido de la nada. Y después, un vació mientras gritaba ante mi aparente muerte mientras los rayos tronaban en el cielo y en el fondo una risa siniestra se hacia presente...

 Y después, un vació mientras gritaba ante mi aparente muerte mientras los rayos tronaban en el cielo y en el fondo una risa siniestra se hacia presente

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— ¡NO!—grité mientras me reincorporaba de golpe.

— ¡Percy, tranquilo! Aún estas algo débil, intenta relajarte. —me dijo Grover a mi derecha mientras ponía algo atrás mío para apoyarme.

     Mire hacia mi alrededor esperando un ataque pero solo pude distinguir una vista casi paradisiaca. Estaba sentado en una tumbona de un espacioso porche, había un prado de verdes colinas y el ambiente estaba inundado de un olor profundo a fresas. Tenía la boca seca y sentía cada musculo de cuerpo entumecido. Mire Grover y vi que llevaba una playera naranja profundo con la leyenda: <<Campamento Mestizo, Long Island Sound, NY>>. Incluso tenía la imagen de un pegaso en vuelo. Pero eso no era lo más raro, sino que de la cintura para abajo solo veía un par de patas peludas de cabra. Con pezuñas y todo.

—E-eres...un sátiro. —dije algo asombrado.

—Sí...nunca necesite muletas. —dijo mientras evitaba algo de contacto visual— Me salvaste la vida hace tres días...y yo...lo menos que podía hacer era...volver a la colina y devolverte esto. Pensé que querrías conservarlo.

𝐋𝐄𝐆𝐀𝐃𝐎 𝐃𝐄 𝐂𝐑𝐎𝐍𝐎𝐒: El Ladrón del RayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora