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-Qué manos tan grandes tienes... -Dijo mientras sostenía tocaba con suavidad una de las manos de Ale.

-Son para tocarte mejor. –Sonrió mientras veía el rostro de Rosmer colorarse, le era divertido avergonzarlo de vez en cuando.

-¡Deja de hacerme recordar ese día! Sigo sin poder creer lo estúpido que fui como para creer que de verdad eras mi abuela... -Hizo un leve puchero.- Sí que eres astuto.

-Y tú tan despistado.

El de pelo azabache soltó una carcajada mientras que el de caperuza lo miraba con el ceño fruncido.

El recuerdo de la primera vez que se vieron era bastante claro. Hasta ahora habían cambiado bastante, pues ya se conocían mejor.

~♡~

El chico de la caperuza roja caminaba por el bosque con su cesta, se sentía algo preocupado, aunque intentaba ignorar ese sentir, no podía dejar de repetir en su mente que tenía que llegar al otro lado del bosque para darle las cosas que llevaba a su abuela, estaba quejándose en voz baja preguntándose porqué él tenía que hacerlo, no quería, pero... tenía qué hacerlo, o nadie más le llevaría pronto esas cosas a su pobre abuela enferma. Suspiró, tenía miedo de perderse ya que no siempre era muy bueno memorizando los caminos y recién tenía el permiso para ir lejos estando sólo. Bueno, sólo no tenía que entretenerse.

Se detuvo al notar una división en el camino, ahora había dos. ¿Por cuál tenía que ir? Sólo recordaba que tenía que caminar en vía recta.

-¡Buenos días, dulce pequeña!

-¿Pequeña? –Dirigió su mirada a quién le hablaba mientras arqueaba una ceja. Notó que aquel extraño había salido de detrás de un árbol.

-Ah, perdón, pequeño... -Se corrigió a sí mismo después de mirar mejor al chico de la caperuza.

"Eso se escucha peor..." pensó el de cabellos castaños con algo de desagrado.

-¿Cómo te llamas? –preguntó amablemente.

-Ah, uhm, mi nombre pues... eh... -Había empezado a balbucear, no quería decir su nombre por dos simples razones: Primera, no estaba seguro si estaba bien decirle su nombre a un extraño, y segunda... Estúpida letra R.- Pues, todos me llaman cap... caperucita g... roja... -Se empezaba a sentir algo avergonzado por enredarse al hablar. Y por un momento se preguntaba por qué la capa había tenido que ser roja y no amarilla, que aparte que es su color favorito también es más fácil de pronunciar.

-Lindo apodo, me gusta. Hm... ¿y a dónde vas tan temprano, caperucita roja?

Rosmer empezaba a sentirse algo incómodo, y más al ver como ese extraño se le acercaba de una forma rara, retrocedió unos pasos. Había notado la cola y orejas de ese chico, era un lobo, pero no reaccionó como debería ya que desconocía un poco de ese peligro, claro, primeras veces andando solo por el bosque.

-Iré a ver a mi abuela. –Tenía la mirada en el suelo, de vez en cuando la levantaba pero pocas veces hacía contacto visual con el lobezno.- Ella está enferma...

-Ya veo, ¿qué llevas en tu canasta?

-Ya son tres preguntas...

-¿Tienes un límite?

-... Aquí llevo la merienda para ella y medicamentos para mejorarse.

-¿Y dónde vive ella? ¿Queda muy lejos?

Caperucita se quedó en silencio, era raro que un completo extraño estuviera haciéndole tantas preguntas. Miró nuevamente a los caminos que estaba observando hace unos minutos. El lobo se percató de esto.

-¿Es por allá, verdad? ¿Queda al otro lado del bosque? Bueno, ambos caminos te van a llevar al mismo sitio, sólo que uno es más largo y el otro es más corto.

Rosmer sintió como si se le iluminara la vida, al menos ya no estaría muy confundido en cual sendero tendría que elegir.

-Si quieres llegar más rápido ve por este. –Apuntó al camino más largo, para que caperucita pensara que ese era el más corto.

El chico de la caperuza lo dudó por un momento, tenía un mal presentimiento, pero lo ignoró.

-Gracias, supongo. Ya me voy, ¡chao! –Y siguió por el camino que el lobo le había indicado.

-¡Que te vaya bien!

Se había quedado en su lugar viendo al chico de la caperuza roja irse, hasta que ya no lo vio más.

"Ese niño será un bocado exquisito, si llego primero, quizá tenga suerte y pueda comerme a la vieja también, premio doble." Pensó mientras se relamía los labios con una sonrisa. Y empezó a correr por el camino más corto.

~♡~

Actualmente, Alejandro se sentía alegre de no haber logrado su cometido aquél día. Si lo hubiera logrado y hubiera saciado su hambre de aquél momento, estuviera sólo ahora, y no podría apreciar la belleza del chico de la caperuza roja.

Se acercó más a él y acarició su mejilla mientras lo veía con ternura.

-Eres tan adorable...

-Calla. –Apartó la mano de Ale y desvió su mirada aún con el ceño fruncido, ver la sonrisa del de cabello azabache hacía que su corazón latiera rápidamente, eso era incómodo pero agradable a la vez.

Se sentía feliz de actualmente ser el único que había conocido la parte amable del lobo feroz.

After StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora