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El día era agradable, aunque estaba soleado, era bastante fresco. Claro, siempre se siente frescura estando debajo de las sombras de los árboles.

El chico de la caperuza estaba sentando en el lugar de siempre, detrás del árbol, donde se reúne frecuentemente con el lobo feroz que no era tan feroz.

Mientras esperaba que Ale viniera notó que cerca de las raíces de ese árbol habían empezado a crecer algunas flores. Ya era tiempo de que pasara, estaban entrando en primavera. Se distrajo mirando las pequeñas violetas.

-Hola. –Saludó animadamente Alejandro, había llegado desde el otro lado del árbol. Y se sentó al lado de Caperucita.

-¡Lobito! –Lo abrazó con fuerza, y Ale le devolvió el abrazo.

-¿Cómo has estado en estos días?

A Rosmer se le hizo un nudo en la garganta. Se separaron del abrazo y Ale acarició la mejilla del chico de la caperuza.

-Mal, completamente mal. –Confesó con sinceridad.- No he podido escribir lo que más anhelaba, y jamás podré escribirlo.

Alejandro recordó una vez en la que Rosmer le había contado que escribía cosas por hobby. Sabía que éste resultaba ser perezoso a veces y quizá lo dejó a medias, o simplemente ya no le gusta, o no tuvo tiempo para terminarlo.

-¿Qué cosa?

-Nuestro final feliz... -En ese momento el lobezno entendió que no se refería a literalmente escribir.- El final feliz de nuestro cuento, -su voz empezó a romperse, y las lágrimas empezaron a salir.- ¡No importa qué tantas veces lo intente jamás lograré cambiar algo!

-Rosmer... -Acarició su cabeza para calmarlo, pero el de cabellos castaños ya había empezado a sollozar.

-¡Jamás logré cambiar algo! No pude cambiar ese horrible final. Quería darte un final feliz, porque lo mereces...

-Estoy feliz. –Dijo con una sonrisa.

-Hm...

Ale apartó unos mechones del cabello de Rosmer y le dio un beso en la frente.

-Gracias.

Rosmer sonrió suavemente.

~♡~

El cazador no había querido quedarse a regañar a Caperucita por la patada que le había dado, porque perdería el tiempo (y dinero) si perdía de vista a ese lobo, intentó alcanzarlo metiéndose a la profundidad del bosque, por donde se había ido Ale.

Rosmer al ver al cazador ir a la misma dirección por donde había ido Ale intentó soltarse del agarre de las personas que lo retenían. Se desesperó al notar que ya los había perdido de vista. Y para soltarse rápidamente dio una mordida en el brazo a una de las personas que no le dejaba irse y luego pataleó. Y por fin logró separarse de ellos para seguir a aquel cazador, corrió y al estar en las profundidades del bosque miró a los lados preguntándose en qué parte habrían ido.

"¡Puag!, Qué asco..." Pensó mientas escupía al suelo y se limpiaba los labios. Después de haber dado esa mordida había quedado algo de sangre ajena en su boca. Era la primera vez que mordía con tanta agresividad.

Escuchó un tiro no muy lejos, empezó a temblar mientras le suplicaba a dios que fuera un tiro fallido. Corrió en la dirección de donde había venido el sonido, y al ya estar en el lugar pudo ver al cazador sonriendo y a Ale tirado en el suelo, la sangre empezaba a ensuciar la grama de su alrededor.

Ale levantó su cabeza débilmente, y pudo observar a Rosmer, que tenía lágrimas en su rostro, y no iba a poder consolarlo esta vez, le hubiera gustado tener tiempo para darle un último abrazo.

Y antes de que pudieran hacer algo, se escuchó el sonido de otro disparo, seguido de los gritos de Rosmer.

~♡~

Nunca había querido volver a visitar a aquel cazador, no importaba si era muy amigo de su familia, jamás volvería a pisar aquella cabaña, porque, aparte del odio que le tenía guardado, jamás iba a soportar ver la pared de adentro.

Odiaba que justamente hubiera caído la primavera, las flores le traían esos hermosos recuerdos, pero se llenaba de melancolía.

Se había mantenido encerrado en su cuarto por varios días, pero igual tuvo que salir ya que no iba a estar encerrado ahí para siempre, en poco tiempo ya había empezado a adquirir un aspecto demacrado. No habían pasado más de tres semanas desde lo ocurrido.

Cuando empezó a salir otra vez, en un momento quiso volver al bosque, y ahora sentado en el lugar en el que siempre se reunía con Ale, le sonreía a la nada.

-Yo también te amo, Ale.


Fin

After StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora