F I N A L

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*Recomendadísimo escuchar multimedia cuando el asterisco aparezca*

La calma es extraña, Jimin había experimentado calma antes, cuando su abuelo aún vivía y pasaba sus días en esa biblioteca llena de polvo y libros. Sin embargo, la calma que llegó después de la confesión de Jungkook fue algo distinto, algo nuevo y peculiar.

Como si su cuerpo flotara entre nubes, como si nada fuera real.

Quizás era un efecto secundario de vivir demasiadas emociones, o quizás era el simple hecho de la imposibilidad de racionalizar la situación.

Nada tenía sentido, y ni siquiera le importaba.

¿Ese era el efecto que tenía en las personas? Que esos hermosos ojos violetas lo observaran con brillos, como si él fuera lo más preciado del mundo ¿Quién podría? ¿Quién tendría la dicha de ser observado de aquella manera? Jimin la tenía, cada que se encontraba con los preciosos ojos de Jungkook sobre él. Y que la intensidad de su mirada lo volvieran manso y somnoliento.

Era la primera vez en toda su vida que su estómago se retorcía de forma graciosa haciendo cosquillas, sentía calidez en su corazón.

Jimin quería acurrucarse entre los brazos de Jungkook hasta el día de su muerte, y si así fuera, estaba seguro que moriría feliz.

—¿Dónde aprendiste a tocar?

Jungkook no abandonó el piano, sus manos ágiles continuaron moviéndose con elegancia mientras hablaba.

—Mi madre —respondió con una media sonrisa tristona— ella tocaba para mí a veces, cuando era niño. Aprendí escuchando, y en este lugar hay muchos instrumentos, supongo que tenía bastante tiempo libre.

Entonces Jimin lo imaginó, a un niño pequeño abandonado a su suerte en un solitario y alejado castillo, pasando quizás frío, quizás aterrado. Nadie merecía vivir lo que él vivió, nadie debería pasar por lo que él pasó. Jungkook en ese momento parecía fuerte como una piedra, inquebrantable y quizás para cualquiera que lo viese, algo sombrío. Pero Jimin, acostumbrado a su soledad tenía bastante tempo para pensar, envuelto en su silencio desarrolló un alto sentido de la percepción. Él podía leer entre líneas, y aunque las líneas de Jungkook fueran confusas y desiguales él podía descifrarlas.

Bajo esa hermosa máscara de ángel frío había un humano frágil. Un humano como él.

Su corazón se sacudió envuelto en un sentimiento cálido, quizás había más en común entre ambos de lo que se podría imaginar. Los dos estaban solos, a los dos los abandonaron.

Con las manos cosquilleando abrazó a Jungkook por la cintura y recargó la cabeza en su hombro. No quiso mencionar nada, lo creía innecesario, no le gustaba pensar en lo que su chico tuvo que pasar. Ambos estaban bien con la usencia de palabras, era cotidiano para ellos.

Sin embargo, Jimin estaba ansioso, tenia ganas de brincar y correr, saltar sobre Jungkook y abrazarlo hasta que sus cuerpos se fundieran en unos solo, quería escuchar su corazón y sonreír al darse cuenta que por primera vez en su vida, estaba feliz...estaba...enamorado.

—Eres increíble, —susurró con suavidad— yo tomé clases, es decir mi madre me contrató a un profesor particular, aunque jamás pasé de Clair de lune —rio, pero luego se quedó callado un momento— supongo que solo lo hice para complacerla.

No, basta, no ahora, estoy bien, ¿No puedes dejarme tranquilo? ¿No puedes verme feliz? Estoy tratando de ser feliz.

Te odio.

Jungkook seguía tocando.

Primer momento de Moonligth sonata "Adagio sostenuto" de Beethoven.

ULTRAVIOLETA- KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora