C I N C O

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El aire silbaba con tristeza, las pequeñas y sutiles corrientes le acariciaban la piel de su cuello, como si le susurraran secretos en su oído. Jimin se vio tentado a tocar la zona, pero lo se lo reprimió y solo mantuvo los ojos fijos en la rosa blanca medio seca que yacía frente a él.

Jungkook estaba su lado y ahora entendía porque él joven desprendía aquel aroma tan agradable.

—Está casi marchita. —dijo con voz algo resentida.

Aún no comprendía las razones por las que el muchacho lo había llevado a ese lugar. Y por qué le mostraba aquella flor.

Estaba plantada justo en medio de un montón se zacate, no había mucho que llamara la atención en ella, era blanca y tenía muchos pétalos manchados de matices en ocre. El tiempo le estaba comenzando a recriminar su juventud. La pequeña rosa comenzaba a marchitarse, y Jimin a pesar de sentirse confundido, le daba algo de pena mirarla.

—Dime una cosa, ¿Qué piensas al observar esta rosa?

Jimin fijó la vista en la pequeña planta ¿Qué podría responder? Era solo una flor a medio marchitar, solitaria y sin gracia. Abandonada en medio de un montón de hiervas y zacate. Pensó que era extraña la situación. Y quizás profundizando dentro sus más internos sueños e imaginaciones jamás encontrara un escenario se asemejara si quiera a lo que estaba ocurriendo. Observó con detenimiento aquella rosa, fue como verse a sí mismo.

—Es triste, la flor. ¿Por qué? Es decir, es solo una rosa, sus hojas están marchitando, está muriendo, y lo único que puedo pensar es que es muy triste.

—Eso es porque solo estás viendo lo que tu corazón siente. —Jungkook se acercó, parándose frente a él y mirándolo a los ojos. Jimin aún no se acostumbraba a esos ojos violetas- cierra los ojos.

Jimin estaba embelesado por sus ojos, no hizo ningún movimiento hasta que sintió las frías manos de Jungkook posarse sobre sus mejillas. Parpadeo un par de veces, cuando aquella sensación lo inundo. Automáticamente cerro lo ojos, dejándose llevar.

—Muy bien, ahora concéntrate en mi voz —suave, pensó Jimin, suave como el terciopelo—, puedes sentir eso, el viento. Es ligero y sutil, pero es perceptible. ¿Escuchas el sonido de las gotas de lluvia?, No las oigas, siéntelas. Como si atravesaran tu piel y golpearan directamente a tu corazón, vamos Jimin solo deja que todo fluya. Imagínalas como una canción de cuna, como una madre que le susurra a su hijo mientras lo abraza, y lo observa con tanto amor que sus ojos podrían fácilmente compararse con un par de estrellas en el cielo. Y su voz es tan suave, tan melódica, tan cálida. Arropa a su niño y lo coloca en la cuna con delicadeza, aún sigue cantando aquella canción. Finalmente se queda dormida, sentada justo al lado de la cuna. En el marco de la ventana yace una rosa blanca, no era especial ni magnifica, solo era una de muchas, quizás un poco más maltratada que las demás, tenía los pétalos algo resecos. Se balancean lentamente a causa de las pequeñas corrientes de aire. La madre la mira de vez en cuando, soltando uno que otro suspiro, esa flor remplazaba el amor del que alguna vez formó parte, y que prometía esperanzas de que volvería a renacer. Cada noche esa rosa blanca la acompañaba bailando al compás de su canción de cuna. Y así sucedió durante los siguientes meses, ella le cantaba a su niño, y luego se queda a su lado toda la noche, mirando con tristeza la rosa. Con el tiempo aquella flor comenzó a tornarse de color marrón, el niño crece y entonces un día le pregunta a su madre por qué cada noche se queda a cantarle a esa flor marchita. Pero ella jamás contesta, solo le sonríe con pena y observa hacia la ventana, y el niño se da cuenta que están en esos días donde el aire huele a bosque, y sientes que en cualquier momento comenzara a nevar, y justo durante ese invierno aquella flor finalmente deja caer su último pétalo marrón. Contempla con tristeza como la luz en los ojos de su madre se marchita al lado de la flor seca. El niño lleno de emociones que ningún niño debería si quiera imaginar, entierra el cuerpo de su madre junto a los restos de la rosa. Y es durante un invierno crudo y cruel en el que al fin observa un pequeño ramillete nacer de entre la tierra. Rodeada por hiervas y raíces grotescas. El niño había desaparecido, y en su lugar un joven adulto se encontraba sentado en medio de la nieve, con las mejillas pálidas y los ojos rojos de tanto intentar soltar lágrimas. Y había tanta belleza en aquella rosa que, a pesar de no contar con un corazón, logró sentir algo de calidez en su interior. —el tiempo parecía haberse detenido, los latidos de su corazón, la lluvia y aquella suave voz eran lo único que sus oídos podían percibir— ¿Lo escuchas Jimin? Es una canción, la lluvia está cantando. Vamos abre los ojos.

ULTRAVIOLETA- KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora