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Jimin caminó a paso firme hacia el coche de Taehyung, dejando atrás la cafetería que habían visitado la semana anterior y a los dos alfas menores, que gritaban su nombre y corrían detrás de él, el castaño con el móvil en la mano y Jungkook intentando llevar las tres bebidas que se habían pedido: un café helado con aroma a canela, un batido de fresas y un zumo de piña extragrande.

—¡J-jimin! ¡¿A dónde vas?!

—Lejos de vosotros, par de alfas problemáticos —el omega se giró a unos pasos del carro, aparcado en la avenida. Taehyung y Jungkook se detuvieron de golpe, este último derramando un poco del jugo en su camiseta. Maldijo por lo bajo—. ¡Mi teléfono va a explotar de tantos mensajes! Hasta mi hermano está preguntando qué pasa.

—Pero yo tengo las llaves del coche —Taehyung las sacó de su bolsillo, enseñándoselas. El rubio chasqueó los dientes y, acercándose a él, se las arrebató antes de que se pudiera oponer—. ¡Oye!

Jimin retomó su camino al coche, con intenciones de subirse a él —aunque no fuera suyo— y marcharse cuanto antes.

—Eres muy listo, Taehyung —Jungkook se apresuró a dejar las bebidas en manos del mayor, que le gruñó levemente por el reclamo—. Deja que me encargue yo.

El omega estaba a punto de cerrar la puerta del piloto cuando Jungkook interpuso su pie —cubierto con una zapatilla deportiva, por suerte— y se agachó para poder meter parcialmente su cuerpo.

—No te vayas así, Jimin hyung. No pensábamos que esos chismosos iban a hacer viral la foto-

—La habéis tomado sin permiso —Jimin se cruzó de brazos, mirando fijamente a la guantera. Estaba tan enfadado que su delicioso aroma a dulce de leche se estaba amargando poco a poco—, cosa que es de por sí grave, como para que vayáis poniendo por ahí que soy vuestro omega...

Jungkook se acuclilló en el asfaltado para estar en una mejor posición y tomó las manos de Jimin entre las suyas, provocando que lo mirase con una ceja levantada y una expresión incrédula.

—Perdónanos, Jimin —el tono solemne que usó el alfa le habría sacado una risa en otra situación, pero se contuvo porque era algo serio... o eso quería aparentar—. No era nuestra intención ser tan irrespetuosos y que tuvieras problemas por nuestras imprudencias.

—Ya —el rubio rodó los ojos, su aroma volviendo poco a poco a la normalidad. Tal vez el hecho de que el café que desprendía Jungkook se endulzara un poco, siendo el motivo principal—. Es lo que pasa cuando me dejo llevar por dos cachorros como vosotros...

—Somos del mismo año —reclamó Taehyung, apareciendo de pronto por detrás de Jungkook, con el ceño fruncido y un puchero en la boca—. El único cachorro es Jungkook-ah.

Los dos lo miraron con una ceja levantada, Jungkook algo ofendido y Jimin burlón. Taehyung suspiró.

—Lo siento mucho, Jimin. ¿Nos perdonas?

Jimin observó a los dos alfas, ambos acuclillados frente a él a un lado del coche, Jungkook sosteniendo sus manos y Taehyung resguardando las bebidas. Ambos con ojos grandes e impacientes, unos con forma de cervatillo y los otros con estrellitas brillantes en sus pupilas.

¿Se suponía que tenía que decirles que no? Porque la sola idea de rechazar las disculpas de los alfas molestó profundamente a su lobo omega.

—E-está bien —accedió. Los dos menores se miraron con una sonrisa triunfal que lo hizo bufar, soltarse las manos de Jungkook y arrebatarle a Taehyung lo que quedaba de su jugo—, pero quiero que borréis la foto y preguntéis antes de subir otra de nuevo.

Donde Caben Dos, Caben TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora