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La hora de la cena llegó con más velocidad de la que a Jimin le hubiera gustado. La enorme casa de playa se había llenado hasta el punto de tener que alargar la mesa del patio donde comerían. Namjoon y Taehyung se habían encargado de unir dos mesas y traer sillas del garaje, y en total ocuparon 16. Como eran tantos, la señora Youngmi decidió que lo más sensato era pedir comida a domicilio, que no tardó mucho en llegar.

Eran a penas las ocho y media de la noche cuando ya estaban en el patio, con Soo y Jae jugando con los dos perritos en el césped y el resto de la familia sentada en la mesa. Namjoon estaba intentando probar un poco de marisco que Hoseok había pedido en su menú, pero al chico le daba asco solo de olerlo. El otro alfa se estaba burlando de él.

Jin y Yoongi eran más tranquilos. Estaban sentados muy juntos y cada uno comía de su plato, a veces el beta le ofrecía de sus palillos al omega, que tomaba la comida con las mejillas rojas y los ojos brillosos. Jimin no había podido evitar mirarlos ser tan cercanos durante todo el día, envidiándoles en silencio.

Él, por su parte, había caído sentado justo en frente de los señores Jeon, con Taehyung y Jungkook a cada lado. Los dos alfas se estaban peleando porque querían comerse la última alita de pollo que quedaba en uno de los platos del centro, haciendo —como siempre— un pequeño escándalo en el proceso.

—¡Pero tú te has comido tres, goloso! —acusó Taehyung, señalando con dedo acusador a su alfa. Jungkook bufó.

—¡Porque mi cuerpo es más grande y necesito más comida, menso!

—Tacaño.

—Imbécil.

Jimin dejó escapar un suspiro exhausto.

—Chicos, basta —ordenó, con el ceño fruncido. Toda la mesa se quedó en silencio cuando el omega habló y, sorprendentemente, los dos alfas le hicieron caso y volvieron a sus asientos. Jimin no se dio cuenta de las miradas—. ¿Sabéis qué? Ni uno ni otro. La alita es mía porque no he comido ninguna. Ahora, dejad de pelear por todo.

El rubio tomó la dichosa alita y se la llevó a la boca bajo la mirada atenta de sus dos alfas. Jungkook le gruñó levemente a Tae, y luego volvió la atención a su comida. Había perdido la deliciosa alita por culpa de ese alfa, pero no iba a recriminárselo a Jimin. Después de todo, tenía razón. Entre los dos se habían acabado la ración entera y no le habían dejado nada a él.

—Wow —los tres chicos levantaron la vista cuando la abuela Jeri habló—. ¿Cómo lo has hecho, Jimin?

El omega se dio cuenta de todos los ojos sobre él y se sonrojó un poco. Los abuelos y los padres de los chicos lo miraban como si fuera un alienígena, mientras sus amigos tenían una expresión de burla en el rostro.

—¿Uh? —intentó no atragantarse con la alita de pollo.

—Nadie puede controlarlos tan fácil —le explicó el abuelo Wook, sorprendido—. Creo que es lo más increíble que he visto en años.

Los señores Kim hicieron broma sobre la capacidad de Jimin para domar alfas, pero los señores Jeon solo le mantuvieron la mirada fija, Chanmi con un deje molesto. Tenerlos enfrente no ayudaba para evitar las navajas visuales que le estaban enviando.

—Hemos atiborrado a Yoongi a preguntas, pero aún no sabemos nada de ti —comentó la abuela Mirae, con una sonrisa en los labios. Era como una versión envejecida de Chanmi, pero lo miraba con suavidad y amabilidad, no como si quisiera matarlo—. ¿Qué estudias, Jimin?

El omega quería contestar, pero...

—Es el mejor bailarín del mundo —soltó Taehyung—. Y también canta.

Donde Caben Dos, Caben TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora