Día 28: Visita al hospital

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Cuatro meses después de volver de Ibiza, los Caballeros de Cygnus y Andrómeda continuaron con su vida matrimonial. Era de lo mejor, las misiones del Santuario eran nulas por el momento, aquel acuerdo era parte del regalo de bodas de Saori.

No eran los únicos que vivían dichosamente en un departamento por su cuenta. Seiya y Shiryu se habían mudado juntos mientras Hyoga y Shun estuvieron de luna de miel. Fue una decisión repentina y compulsiva, más aún viniendo del Dragón. Pero se convenció de que era lo correcto después de que Seiya fue el afortunado en cachar el ramo de flores de Shun en su boda.

Eran las 8:30 de la mañana, Andrómeda estaba profundamente dormido, mientras Hyoga lo abrazaba por la espalda, completamente perdido también. Al no tener ningún trabajo, los Santos de Bronce se levantaban cuando sus ojos se abrían naturalmente. O al menos esa era la idea. Aquella mañana, lo que despertó a Shun fue una terrible sensación incontrolable de náuseas.

Abrió los ojos inmediatamente y se levantó de la cama abruptamente, botando las sábanas y al mismo Cisne, quien tras semejante empujón inevitablemente se despertó también.

-Ay... Shun...- se quejó el rubio, mientras intentaba incorporarse en la cama. No recibió respuesta de su esposo, sólo el sonido del japonés vomitando en el baño.

Hyoga se levantó preocupado, y se dirigió directamente al lugar en cuestión.

-¿Estás bien?- le preguntó, mientras frotaba la espalda del peliverde.

-Creo que sí... seguro fue el katsudon... o el sushi...

-Te dije que lo comieras con calma.. te prometo que nadie se lo va a comer...- bromeó el Cisne, recordando la noche anterior. Shun ciertamente había comido más de la cuenta, y entre todo lo que el peliverde había engullido, se encontraba una amplia cantidad de mariscos y comida marina, y esos nunca fallan en ocasionar un malestar estomacal.

-¿Tienes hambre?- preguntó el Cisne, no muy convencido de lo que había dicho. Shun lo miró con cara de pocos amigos.

-No...- murmuró el japonés, sosteniendo su estómago con sus manos.

Hyoga preparó un desayuno sólo para él como Dios le dió a entender, imitando casi con exactitud el desastre de las galletas de jengibre de hace año y medio. Shun no tenía fuerzas para ir en auxilio de su hambriento marido, ni de reprocharle el caos en la cocina, sólo se tiró en el sofá mientras sentía pena por sí mismo.

Conforme fue avanzando el día, Andrómeda comenzó a sentirse mejor. Después se percató de que en realidad, el estómago jamás le había dolido, sólo eran náuseas y malestar general. Para compensar lo poco que comió durante la jornada, esa noche cenó un gran y delicioso okonomiyaki.

La mañana siguiente, las náuseas volvieron a despertar violentamente al peliverde.

-Debiste cenar una manzana o algo así...- mencionó Hyoga, intentando no sonar condescendiente.

-¡Oh Dios! Moriréeeeee.....dscjshgclyunieahvbhdfjnvoisrkl.....

Shun volvió a tirarse en el sofá, y Hyoga desayunó lo que parecían ser unos huevos disque revueltos... o tal vez eran estrellados...

-¿Necesitas algo?- preguntó el rubio sentándose a lado de su convaleciente esposo y acariciando  su cabello. Shun negó con la cabeza.

-Sólo a ti...

Estuvieron un rato en el sofá, sin hacer o decir nada, hasta que Shun se levantó para abrir la ventana, tenía mucho calor.

-Espera... no te levantes, yo voy...- el Cisne intentó detenerlo.

Reto 30 Días PatonejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora