Día 5: Primer beso

451 42 10
                                    

Cuando llegó la hora del postre, Hyoga ordenó un pastel de miel, un postre ruso desde luego. El pastel dorado de finas capas tenía al peliverde totalmente encantado, su sabor tan dulce y cálido eran un deleite para el paladar del japonés.

-¡Esto es delicioso, Hyoga!- exclamó Shun, lamiendo las comisuras de sus labios.

-Sabía que te gustaría. No sabe tan bien como el que hacía mi mamá, pero se acerca.

-La extrañas mucho ¿no?- Hyoga sonrió melancólicamente y asintió levemente, respondiendo a la pregunta de Shun.

Antes de que el ambiente se tornara lúgubre y nostálgico, el pianista comenzó a tocar una melodía conocida para el ruso: Unforgettable, de Nat King Cole. La romántica pieza era el complemento perfecto para la cita de los Caballeros de Bronce. Hyoga extendió su mano hacia Shun.

-¿Bailamos?

-¿¡Aquí!?- contestó Shun, ruborizándose ante la petición del rubio.

-Vamos.

-Hy-Hyoga... espera...- el Cisne jaló a su novio, obligándolo a levantarse de su asiento, lo dirigió a un espacio donde no había tantas mesas ni tráfico de meseros, dándoles suficiente espacio para moverse.

-No creo que este lugar sea para bailar...- susurró Shun, mientras Hyoga lo acercaba a él y rodeaba delicadamente su cintura con su brazo izquierdo.

-Qué importa.- respondió el rubio, seductoramente. -¿Qué van a hacer? ¿Sacarnos?- Shun rió, sucumbiendo a las insistencias de Hyoga. No podía negarse cuando su novio lo miraba con esos hermosos ojos azules, a la vez que lo tenía a tan sólo milímetros de él, y sus fuertes manos tocaban su cintura de tal manera que hacían al japonés estremecerse, de un buen modo, claro está.

Instintivamente, Shun recorrió lentamente la espalda del Cisne con su brazo izquierdo hasta que estuvo a la altura de los hombros. Hyoga extendió hacia afuera su brazo derecho junto con el del peliverde, entrelazando sus dedos con los de Andrómeda en el proceso.

El ruso comenzó a guiar, el peliverde se dejaba llevar por la música y los movimientos de Hyoga. Sus miradas estaban inmersas en los ojos del otro, ambos estaban hipnotizados por la belleza de su pareja y el contacto de sus cuerpos.

En efecto, ni los meseros ni los comensales pusieron objeción alguna por las acciones de los jóvenes Caballeros; al contrario, varios clientes sacaron fotos y se les unieron, bailando cerca de sus mesas.

Mientras Shun seguía embobado con Hyoga, este último comenzó a tararear la canción que sonaba en el piano.

-¿Conoces esta canción?- preguntó Shun, algo extrañado, pues aquella melodía sonaba muy vieja, y el Santo de Andrómeda no la había escuchado jamás.

-Camus la ponía una y otra vez los domingos por la tarde...- explicó el ruso. -No creo que sea tan anciano como para haberla conocido cuando se estrenó, pero supongo que tiene un alma vieja.

-Es hermosa... pero... ¿qué es lo que dice?- Shun sólo entendía japonés, y aunque Hyoga hablaba dos idiomas, el inglés no era uno de ellos. Pero, como había dicho el peliverde anteriormente, los europeos eran más sofisticados que el resto, y la mayoría de su juventud, Hyoga la pasó en Rusia con su madre o bajo la tutela de Camus, cuya naturaleza francesa lo hacían el poseedor de varios talentos y habilidades, entre ellas, el dominio del idioma inglés, francés, griego, ruso, entre otros. Si bien el Santo Dorado no se dedicó a darle clases de inglés al Cisne, este entendía una que otra frase, y la letra de aquella canción la conocía al derecho y al revés, por la frecuencia con la que el Caballero de Acuario la cantaba.

-Dice que... eres inolvidable... de cualquier forma...- dijo Hyoga en voz baja, después acortó la distancia entre él y su novio. -Y por siempre... así permanecerás...- Shun comenzó a sentir que las piernas le temblaban, su corazón empezó a latir con rapidez y su respiración se hizo pesada. - Es por eso, mi amor, que es increíble... que alguien tan inolvidable...- sus frentes se juntaron, la vista del Cisne estaba fija en los labios de Andrómeda. -Piense que... soy inolvidable también...

Cuando el rubio terminó de hablar, recortó la poca distancia que aún había entre ellos y besó dulcemente los labios del peliverde. Shun cerró los ojos, dejándose consumir por completo por la sensación de la boca de Hyoga sobre la suya, tan húmeda, tan deliciosa, tan perfecta. Era la primera vez que aquellos labios se tocaban y compartían aquel acto de amor. Los brazos de Andrómeda rodearon al ruso, este último acarició la parte posterior de la cabeza del japonés, acariciando y enredando entre sus dedos, aquellos cabellos tan suaves y verdes, su mano se deslizó hasta la mejilla rosada de Shun y terminó por posarse en su barbilla.

Ambos se separaron, no porque quisieran que aquel beso terminara, sino por la falta de aliento.

Shun le dedicó esa sonrisa radiante que a Hyoga le encantaba, este le devolvió la sonrisa mientras aún sujetaba su barbilla.

-Eso fue... inolvidable...- agregó Andrómeda, acto seguido se acercó a darle un corto y adorable beso a su pareja, nuevamente en los labios.

-Deberíamos terminar con el postre, para continuar con esto en la casa... ¿te parece?- sugirió el Cisne, sus cuerpos seguían pegados.

-Pídelo para llevar...- respondió Shun, abalanzándose de nuevo a besar a su hermoso patito.

Reto 30 Días PatonejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora