Día 3: Agarrados de la mano

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Los dos Caballeros de Bronce que habitaban la Mansión Kido estaban sentados en el sofá viendo la televisión. Shun estaba recargado en el hombro de Hyoga, cuya cabeza reposaba sobre la del peliverde.

Ninguno decía una palabra, no es que fuera necesario, la simple presencia del otro hacía que ambos se sintieran completos, no hacía falta una conversación.

Cuando hubo un corte comercial en la serie que estaban viendo, Shun se levantó a la cocina, por botana y otras cosas para hacer más cómoda aquella tarde.

Hyoga observó cada movimiento que Andrómeda hacía, desde que se levantó, como buscaba las cosas en la cocina, hasta que regresó. Adoraba todo lo que Shun era, hacía y tocaba; el Santo de Andrómeda era como una droga para el Cisne.

-¿Qué ocurre?- preguntó Shun al notar que su novio se le quedaba viendo.

-Nada- dijo Hyoga, bastante feliz.

Volvieron a su posición original, para disfrutar del resto de la serie y de la botana que Shun había preparado. Cuando el programa terminó, comenzó otro que no era muy del agrado de Hyoga, no obstante, era uno de los preferidos de Shun.

-¿La dejo prendida?- preguntó el Cisne mientras tomaba el control remoto.

-Sí, la veré un rato más...- Shun quedó a la expectativa de lo que el ruso haría a continuación, no quería que se fuera.

Hyoga se levantó, esta vez fue el japonés quien lo siguió con la mirada hasta que lo perdió. Después de unos momentos, el ruso regresó con un libro en las manos, y procedió a tomar asiento a lado de Shun.

Al Caballero de Cygnus le gustaba leer un buen libro por las tardes, o en su defecto, ver una película o serie de su agrado; mientras que Andrómeda prefería leer un manga o jugar videojuegos, pero en las tardes, cuando la luz escaseaba, optaba mejor por ver la televisión.

-¿Quieres que le baje?- inquirió Shun cuando vio las intenciones del rubio de ponerse a leer.

-Nah, está bien, no te preocupes.

-Tiene subtítulos, así que no importa.- Hyoga volvió a negar y se hundió en su libro.

Aquella era otra diferencia de gustos entre los chicos: Shun prefería ver las cosas en su idioma original, y a menos que fuera un anime, la mayoría de series y películas que veía eran europeas o americanas; Hyoga por su parte odiaba los subtítulos, ya que lo distraían de la verdadera acción, pensaba que habían inventado el doblaje por una razón, y prefería ver las cosas en japonés o en ruso.

La forma en la que Hyoga sostenía el libro le impidió a Shun regresar a la posición en la que estaban, si se volvía a recargar sobre el hombro del ruso, el libro le taparía la vista a la televisión, sin mencionar que tal vez le estorbaría a Hyoga en su lectura. Resignado, Andrómeda se encogió y abrazó sus piernas.

No sabía por qué, pero el contacto con el Cisne le hacía falta. A Hyoga no parecía afectarle en absoluto, su libro lo tenía cautivado.

Shun parecía incapaz de disfrutar su serie; a menudo volteaba a ver a su novio, y al no recibir alguna respuesta de él, regresaba su atención a la televisión, sólo para volver a mirar al ruso unos minutos después.

Después de varias idas y venidas de la mirada de Shun hacia el rubio, este último comenzó a notar algo extraño. El Cisne dirigió su mirada discretamente hacia el peliverde, cuando hicieron contacto visual, Andrómeda desvió su atención a la tele inmediatamente, Hyoga rió por lo bajo.

Una vez que notó que su novio actuaba raro, el rubio fue incapaz de regresar de lleno a su lectura, la mera presencia de Shun demandaba su atención, había algo en él que le rogaba por alguna clase de contacto o reconocimiento. Como quien no quiere la cosa, el brazo izquierdo de Shun soltó el agarre de sus piernas, posicionándose casualmente en el espacio que había entre el japonés y el rubio.

Hyoga esbozó una ligera sonrisa, acomodó el libro en una mano mientras la otra iba en busca de la de Shun. Sin quitar la mirada de las páginas, posó gentilmente su mano sobre la de su novio, y después la apretó suavemente.

El contacto provocó que Shun volteara una vez más en dirección al Cisne, este le regresó la mirada, mientras sonreía pícaramente. Después de ver que había logrado su cometido, Andrómeda entrelazó sus dedos con los de Hyoga y regresó su atención a la televisión, con una enorme sonrisa en los labios.

En lo que a entretenimiento se refería, ambos Caballeros eran algo distintos, pero se las ingeniarían para poder pasarla juntos de todos modos.

Reto 30 Días PatonejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora