Día 24: Curando heridas

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Al ver a su enemigo yacer derrotado y sin vida, los Caballeros de Bronce suspiraron ruidosamente, de cansancio y de alivio.

Cygnus se levantó, y después de un momento de intentar recuperar el aliento, se dirigió a su compañero.

-¿Estás bien?- preguntó Hyoga, ofreciéndole una mano. Aún respiraba con dificultad, aquel ataque combinado había agotado su Cosmo casi por completo.

-Creo que sí...- respondió Shun, mientras intentaba incorporarse. Cuando ejerció peso en su pierna izquierda perdió el equilibrio, el japonés se aferró al rubio para no caer y el Cisne lo detuvo de los brazos.

-¡Aaaah!

-Con cuidado...

-E-Es mi pierna...

-¿Puedes caminar?- Shun negó con la cabeza. -De acuerdo, llamaré a Felicity, la esperaremos aquí y luego te ayudaré a llegar al punto de extracción ¿te parece?- Andrómeda asintió.

Con sumo cuidado, Hyoga lo acomodó en el suelo, recargándole contra una pila de escombros y se dispuso a revisar la extremidad herida de su prometido.

-¿Te duele aquí?- preguntó el rubio, moviendo con delicadeza el tobillo del japonés. Este negó. Hyoga siguió hasta la rodilla, cuando la tocó Shun apretó los ojos y ahogó un pequeño grito.

-Ya veo. Mi amor, necesito revisarla más a fondo, para saber que tan grave es... tal vez te duela.

El japonés asintió, respirando profundamente para relajarse mientras el rubio quitaba con la más absoluta precaución la rodillera de la Cloth de Andrómeda.

-No parece que haya fractura... debe ser un esguince nada más.

-Rayos...- Shun echó la cabeza para atrás, angustiado.

-¡Vamos! Has estado peor...

-Lo sé... pero no quiero ir con muletas al altar.- Hyoga rió por lo bajo.

-Seguro estarás bien en un par de semanas.- lo tranquilizó, dedicándole una de las sonrisas que el peliverde amaba tanto. -Sobrevivirás, conejito.

Shun esbozó media sonrisa, se sentía exhausto y débil, y aunque el dolor de su rodilla no era agonizante, sí le molestaba.

-Hyoga...- agregó alarmado el japonés. -Tu brazo... estás herido...

Andrómeda y Cygnus acaban de percatarse de la laceración que mostraba el brazo derecho del rubio.

-No te preocupes, no es nada.

El Santo de Andrómeda no creyó una palabra, la herida era grotesca y se veía dolorosa. No apartó la mirada de su prometido, esperando encontrar un momento de debilidad en el Cisne para asegurarse de que en serio no sentía nada.

Hyoga desgarró parte de su atuendo para improvisar un vendaje en la rodilla del japonés, e inmovilizarla hasta que este recibiera la atención apropiada.

-Listo, eso servirá por el momento...- expresó y posteriormente se sentó a lado de Shun.

Ambos estaban cansados, llenos de tierra, moretones y raspones. Sangre se deslizaba de la frente del rubio, aquello no pasó desapercibido por Shun, quien imitó al Cisne y desgarró parte de su prenda que llevaba debajo de la Armadura.

Hyoga lo notó y lo miró extrañando. Andrómeda sujetó suavemente la barbilla del rubio, para no dejarlo voltear. Luego comenzó a limpiar el rastro de sangre con el pedazo de tela, a la vez que quitaba de su camino algunos cabellos del Cisne con suma delicadeza.

El ardor que le provocaba la pieza de tela cada vez que tocaba su herida era compensado por los ligeros y finos dedos de Shun al quitar el cabello de su cara. Eran iguales a las caricias que disfrutaba durante aquellos días perezosos en la Mansión Kido. Al recordarlo, no pudo evitar esbozar una sonrisa.

-¿De qué te ríes?- le preguntó el japonés, sonriendo también.

-Nada...

Cuando Shun decidió que ya estaba listo, recargó su cabeza sobre el hombro del ruso, este último dejó reposar la suya sobre la del peliverde.

Estaban tan cansados que no dijeron una palabra, Shun se concentró en la respiración de su prometido, el subir y bajar de su pecho lo tranquilizaba; tal vez demasiado, pues comenzó a darle sueño.

-Felicity ya tardó...- susurró Shun, apenas audible.

-Tal vez creyó que tardaríamos más y se fue de regreso a Grecia o algo así. Qué bueno que no tenemos que lidiar con el tipo ese, o ya se nos habría escapado.

Andrómeda soltó una risita, siempre podía contar con el buen humor de Hyoga, aunque el Cisne no lo hiciera intencional, varios de sus comentarios le parecían graciosos.

-¿Y tu brazo?

-¿Mhm? ¡Oh! Bien, supongo.

-¿No te duele?

-Es soportable. Después de estar congelado en una ataúd de hielo, esto me parece poca cosa.

Después de aquella charla trivial, escucharon ruido proveniente del exterior de la fábrica. Su transporte finalmente había llegado.

-¡Vaya! ¡Por fin!- exclamó Hyoga, incorporándose. -Te ayudo...

Shun colocó su brazo alrededor del cuello del Cisne, este lo tomó de la cintura, ayudándole a ponerse de pie.

-Sujétate bien.- el comentario del ruso tomó por sorpresa al peliverde, y acto seguido Hyoga lo sujetó por debajo de las rodillas y lo levantó en su brazos.

Cuando el Cisne dijo que lo ayudaría a llegar al punto de extracción, pensó que se refería a que lo dejaría apoyarse en él, jamás se le ocurrió que lo cargaría hasta allá.

Pero, después de todo, no era la primera vez que Cygnus lo llevaba en sus brazos, y seguramente no sería la última; Andrómeda era ligero como una pluma para él.

El japonés soltó una risita cuando Hyoga lo levantó, posteriormente recargó su cabeza sobre el hombro del rubio.

-Arigato, Hyoga-chan...

Reto 30 Días PatonejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora