Marceline se levantó creyendo con seguridad dos cosas.
Que no soportaba a sus compañeras de equipo y que tendría las medallas colgando sobre su cuello.
Durante los días anteriores había logrado llevarse la medalla de plata en la competencia All Around y una merecida medalla de bronce en la competencia por equipos. No eran los resultados que había esperado, pero estaba bien con ellos porque su objetivo siempre fue la final por aparatos.
En el récord que podría establecer si lograba tener esas preciadas medallas pendiendo de su cuello, como su nombre estaría en todos los titulares de los diarios internacionales y su foto sería publicada en la página del Comité Olímpico Francés.
El pensamiento la hizo despertar con una gran sonrisa.
Se levantó antes que las demás, para encerrarse en el baño y disfrutar aproximadamente de unos diez minutos de agua fría corriendo por su cuerpo, despertando sus músculos y haciendo circular la sangre por sus extremidades. Luego salió de la ducha, parándose frente al espejo para seguir con su rutina de cuidado facial de forma cuidadosa.
Agua, tóner, ampolla hidratante, crema de ojos, protector solar.
Era algo que la hacía sentirse en control de las cosas, al igual que sus estrictos entrenamientos y los horarios que se imponía a sí misma todos los días.
Luego observó su rostro por un momento, inclinándose frente al espejo y señalándose a sí misma.
—Llegó el momento —susurró para sí misma—. Hoy es tu día, vas a entrar al campo de juego y vas a aplastar a todas esas gimnastas que se crucen en tu camino.
Dicho esto, Marcie soltó un suspiro y se dirigió la puerta para girar el pomo. Pero antes que pudiera salir con el resto de sus compañeras dormidas, una mano la empujó hacia atrás. Caroline cerró la puerta detrás de ambas y se acercó hasta que sus rostros estuvieron a solo centímetros de distancia, con su nariz captando los aromas de su piel.
—¿Despierta tan temprano?
—Hoy es la final —murmuró como si fuera algo obvio—. Todas deberíamos estar despiertas a esta hora.
Caroline sonrió y estiró su mano para tomar uno de sus mechones entre sus dedos. Aún vestía uno de esos finos camisones de satín y un antifaz descansaba sobre la mata de cabello oscuro que se veía perfecto.
—Te ves estresada.
—Hoy es la final.
—¿Esa será tu única respuesta?
Marceline observó como enrollaba el mechón en su dedo, como había acercado más su cuerpo hasta el punto en el que los pechos chocaban con cada una de sus respiraciones. Intentando crear esa cercanía forzada que tantas veces había intentado esquivar.
—Pensé que ya te había dejado en claro cómo eran las cosas —respondió, apartando su mechón y acercando su rostro al de ella—. No salgo con mis compañeras del equipo.
—¿Pero sí con tu competencia?
Marceline empezó a avanzar, obligando a Caroline a retroceder hasta que su espalda tocó con la dureza de la madera.
—No salgo con mis compañeras de equipo —repitió con un tono firme—. Ni siquiera sé por qué empezaste a crear estas tontas ilusiones en tu cabeza. Nunca te he dado motivos para hacerte creer que estoy interesada en ti y solo porque seamos las dos únicas lesbianas del equipo no significa que debamos tener una historia romántica.
El brillo de los ojos verdes de la chica se apagó y toda la confianza la había engrandecido pareció esfumarse para hacer su figura aun más pequeña y patética de lo que siempre había sido.
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Bailando con las manos atadas
RomanceHay dos cosas que no puedes permitirte en un campeonato mundial de gimnasia artística: perder tus conexiones y enamorarte de tus rivales. ... El fugaz romance entre un nadador competitivo y el gimnasta del momento provoca que los caminos de Massiel...